lunes, 26 de septiembre de 2016

[RECENSIÓN] Memorias políticas de Alfonso Guerra

Bienvenidos una vez más a una nueva entrada de Las huellas perdidas de Odiseo que espero sea de vuestro agrado. Esta vez nos dedicaremos a pergeñar una pequeña recensión de las memorias ofrecidas por uno de los políticos españoles más relevantes de nuestra historia reciente, nos estamos refiriendo a Alfonso Guerra. Un hombre que ha dedicado su vida a la política, siendo una de las máximas figuras del socialismo español contemporáneo, protagonista de la Transición y vicepresidente del primer gobierno socialista tras la dictadura franquista. El binomio excepcional establecido con Felipe González les permitió transformar el socialismo español desde la resistencia democrática al régimen franquista hasta hacer posible la posterior toma de poder en 1982. Alfonso Guerra ha publicado tres libros sobre su trayectoria personal y política, abarcando la práctica totalidad de su agitado periplo vital. Debemos destacar desde el principio lo ameno de la lectura de estos escritos y la cantidad ingente de datos históricos, anécdotas personales, opiniones de todo género, digresiones artísticas o literarias, etc. que suministra con fruición a lo largo de los tres volúmenes. Un estilo muy peculiar y atracivo que consigue una cercanía ineludible con el autor, pareciendo que en muchos momentos estemos asistiendo a una conversación íntima que de otro modo sería imposible y la cual nos permite descubrir al hombre escondido detrás de la siempre engañosa imagen de personaje público.

Alfonso Guerra, presente y pasado


La voluntad

En política- ¿En qué actividad no es igual? – la fe en lo que se defiende proporciona determinación, seguridad y éxito, porque los que te escuchan creen en lo que les dices solo si perciben que tú crees lo que dices”.  (Tomo I, pág. 256)

Las obras redactadas por Alfonso Guerra se agrupan en una trilogía fácilmente accesible para todos:

Cuando el tiempo nos alcanza. Memorias (1940-1982), Espasa, Madrid, 2004.
Dejando atrás los vientos. Memorias (1982-1991), Espasa, Madrid, 2006.
Una página difícil de arrancar. Memorias (1991-2011), Planeta, Barcelona, 2013.




Valoramos la autobiografía como una excelente fuente histórica, a través de ella percibimos los pensamientos más cercanos y una reconstrucción del pasado diseñada, planeada y tamizada por el propio protagonista. Relato vital que nos permite justipreciar los códigos de creencias o valores, un elenco abigarrado de opiniones que de alguna manera nos acerca a la atmósfera de ese huidizo pasado que intentamos por todos los medios revivir. No obstante, lejos debemos quedar de una confianza ciega, ese caudal informativo debe ser comprobado con el recurso de otras fuentes históricas de variado tipo. En este sentido, como veremos, el texto del vicepresidente resulta una excelente muestra por sus silencios, ambigüedades, parcialidad, deseos de justificación, frivolidad e incluso ironía o descuido, causas que tendrán como ineluctable corolario la imperiosa necesidad de diferentes testimonios con el que corroborar, completar o incluso refutar la versión de nuestro personaje.

El tandem Felipe-Alfonso


Alfonso Guerra en su niñez
Alfonso Guerra, nacido en Sevilla sobre 1940 cristalizó como un dirigente del PSOE en su ciudad natal desde edad muy temprana, estando aún el partido en clandestinidad. Entró a formar parte de la ejecutiva socialista en 1970 y ha de permanecer en ella hasta el histórico triunfo electoral de Felipe González el 28 de octubre de 1982. Diputado por Sevilla desde 1977, fue nombrado vicepresidente del Gobierno en diciembre de 1982 y sostuvo desde entonces, como había acontecido hasta el momento, estrecha relación con el otro magno dirigente del PSOE del tiempo: Felipe González. Durante años se aseguró una comunicación fluida entre el gobierno y el partido socialista, en cuyo aparato Alfonso poseía un alto nivel de influencia. Un trato que se mostró mucho más decisivo que el que disfrutaban otros miembros del gabinete, como pudieren ser Boyer o Solchaga, menos inclinados a la izquierda que nuestro destacado vicepresidente. Hubo de presentar su dimisión en 1991 como consecuencia de un escándalo de tráfico de influencias en el que estaba implicado su hermano Juan, no obstante, volvió a ser reelegido como vicesecretario del partido en 1994, cargo que ha ostentado hasta 1997. Cabeza de los sectores más inclinados hacia tendencias de izquierdas, conocidos como “guerristas”, se opone a compañeros de partido que por algunos son tildados como “renovadores”. Todavía mantiene influencia a día de hoy pero en un segundo plano, alejado de la actualidad política al abandonar el Congreso en 2014 tras 37 años como diputado.

Alfonso Guerra en Rodiezmo con el presidente Zapatero

A lo largo de los años en los que Guerra estuvo en la vicepresidencia del Gobierno una abigarrada serie de problemas de heterogénea etiología debió ser afrontada: Ley del aborto, un virulento terrorismo vascongado, la reconversión industrial de España, el Plan Energético Nacional de 1984, la reorganización del sistema educativo, los conflictos entre agrupaciones de izquierda (en especial el de UGT y PSOE), el apaciguamiento del ejército, la marcha atrás sobre la OTAN, el ingreso en la Unión Europea, los gravosos desafíos de los nacionalismos periféricos, la corrupción, etc.


Nacionalismo

El paso cualitativo que agrava la perspectiva es que ahora todos estos nacionalismos se enseñan en las escuelas, lo que creará en el futuro unas generaciones sin concepción nacional, con una concepción nacionalista ligada al territorio y a la mística fabricada por los actores políticos, mediáticos y culturales” (Tomo 2, pág. 71)

Siempre he creído en el derecho a defender las tesis nacionalistas y lo he apoyado, pero también el derecho a discrepar de ellas. El problema está en que no se da la reciprocidad, los nacionalismos admiten mal las críticas, tienden a descalificar al crítico excluyéndolo de la comprensión del problema. “Los que no sean de aquí ¿qué pueden saber de nuestros problemas?” Pretenden poseer una legitimidad de origen para descalificar. Tal espíritu descalificador funciona como una coacción sobre el que disiente de la tesis nacionalista, provocando un cierto miedo para expresar libremente el punto de vista por temor a merecer el anatema de antinacionalista, o lo que es aún peor en el caso nuestro, nacionalista español”. (Tomo III, pág. 514)

El veredicto que por su parte posee un destacado dirigente nacionalista vasco es ilustrativo sobre las diferentes posturas: “[A tenor de la elaboración de la Constitución] Por su parte, Alfonso guerra, sin llegar a esos extremos, lo cierto es que ni entendía nuestras pretensiones ni, como jacobino que es, mostraba el menor interés por entenderlas”.

ARZALLUZ, X., Así fue, Foca, Barcelona, 2005, pág. 174.


De ese listado subrayaremos la especial trascendencia del ingreso de España en la Unión Europea, entre los múltiples beneficios de todo tipo dimanados de este hecho, el vicepresidente expone: “España necesitaba de manera perentoria ser recibida en el seno de la Comunidad Económica Europea, lo que supondría una ventaja doblemente provechosa: significaría una implementación de recursos económicos extraordinarios, y funcionaría como un resorte de disciplina que allanaría muchas de las resistencias a los cambios que sin duda íbamos a encontrar en algunos sectores esclerotizados”. (Tomo 2, pág. 39). El 1 de enero de 1986 España alcanzó ese anhelo tan largamente esperado, el acceso efectivo en la Comunidad Económica Europea (CEE). Con esta anexión al eurogrupo se daba por finalizado una de las grandes frustraciones intelectuales hispanas, silenciada la permanente duda sobre si España debía ser considerada como otra nación más de Europa.




Y llega el momento de señalar los indicios de la decadencia a los que se debió enfrentar el vicepresidente, inconvenientes de muy heteróclita naturaleza: disensiones internas en el partido socialista, enfriamiento de las relaciones establecidas entre Alfonso Guerra y Felipe González, el desgaste propio del Gobierno, los problemas de corrupción, etc. Recalcamos el hecho que finalmente le obligaría a dimitir, aludimos claro está, al escándalo en el que se vio inmerso a causa de su hermano Juan. Aquí podemos encontrar uno de los grandes déficits de la autobiografía, la parcialidad y reducida atención prestada por parte del autor a los desafíos más acuciantes de su mandato. Hecho que contrasta con cierta prestancia a regalar páginas para asuntos de menos enjundia, como su interés por ciertas exposiciones culturales o cierta inclinación a regalar comentarios que alcanzan, a veces, un alto grado de frivolidad.


Vidas paralelas

Joaquín Almunia
Continuamente saltaban chispas que reflejaban la tensión existente entre Felipe y Alfonso ¿En qué momento dejó de existir ese tándem? Ni es fácil de situar una fecha concreta el origen de su progresivo distanciamiento, ni determinar el día exacto en que definitivamente dejó de existir la colaboración que ambos habían mantenido desde los años sesenta. De hecho, las relaciones que mantuvieron entre sí los dos grandes protagonistas de la reconstrucción del PSOE a lo largo de todo ese periodo estuvieron caracterizadas por una gran complejidad. Sus talantes personales y políticos son muy diferentes; el perfil de su entorno de colaboradores, bastante opuesto; su concepción de partido y su manera de entender la social-democracia, coinciden poco. Pero durante muchos años, sin embargo, esas dos personalidades tan marcadas, y tan distintas, mantuvieron una colaboración estrecha y fructífera”.

ALMUNIA, J., Memorias políticas, Aguilar, 2001, Madrid, pág. 311.



Como conclusión, evidenciar nuestra satisfacción por la provechosa lectura de unos compendios autobiográficos de gran rendimiento y utilidad para el lector preocupado por alguna temática que se encuadre dentro del intervalo tratado. El estilo del autor es ameno, de una notable calidad estilística, con lo que el paso de las páginas será ligeramente percibido por aquel mínimamente interesado en lo tratado y es dudoso que se arrepienta del esfuerzo empleado. Alfonso Guerra se muestra próximo, ingenioso, con un destacado sentido del humor que no oscurece al hombre de Estado que sigue siendo, sus silencios -creemos- en muchos de los asuntos abordados son buen testigo de ello. En definitiva, nos hallamos con un testimonio clave para entender los fundamentales años de la consolidación democrática en España. Asentamiento que sigu su curso con la siguiente victoria del Partido Popular en las elecciones de 1996, evidenciando el normal turno político en el ejercicio del gobierno entre los dos grandes partidos de la sociedad española.


Rivalidad

José María Aznar
La última legislatura socialista, la de 1993-1996, resultó muy negativa. En unos cuantos años se acumularon escándalos como los de Banesto, el de KIO, el de Grand Tibidabo, el escándalo de Filesa, el de Ibercorp, el de Gabriel Urralburu en Navarra y el de Manuel Ollero en Andalucía. Incluso el director general de la Guardia Civil y el gobernador del Banco de España se vieron comprometidos con casos muy graves de corrupción (...) Los socialistas no tenían una clara conciencia de qué son y qué significan los controles de Estado”.

AZNAR, J. M., Ocho años de Gobierno, Planeta, 2004, pág. 103.


Pensamos adecuado finalizar con una breve declaración del aludido que quizá sea representativa de su persona: “Claro que hay que servir a los ciudadanos, pero mi objetivo es otro: yo quiero cambiar las cosas. El mundo es muy injusto, lo era antes de llegar mi generación, y probablemente lo seguirá siendo cuando nos vayamos; pero es un acto de decencia, de dignidad, no aceptar la humillante, la cruel desigualdad, que castiga a muchas personas” (Tomo 2, pág. 462).


El reflejo en el espejo

Misión no muy diferente que la que se plantea uno de sus rivales dentro del partido socialista:

Carlos Solchaga
Porque en mi opinión la tarea política fundamental de los socialdemócratas en el futuro es tratar de conciliar el nuevo y seguramente irreversible individualismo que se va asentando en nuestras sociedades conforme se amplían las clases medias con el sentimiento de la necesidad de la cooperación y la preocupación responsable y solidaria por lo colectivo”.

SOLCHAGA, C., El final de la edad dorada, Taurus, 1997, Madrid, pág. 380.



Entrevista a Alfonso Guerra en Negro sobre Blanco (TVE)


Muchas gracias por participar una vez más en Las huellas perdidas de Odiseo.

Un abrazo, Sergio D. S.


Y siempre respeté la palabra dada. En el siglo XIX las relaciones de muchos hombres se regían por el principio del honor, la palabra dada era sagrada. En el siglo XX el honor se esfumó, sustituido por el pudor, el abandono de un compromiso producía al menos pudor. En el nuevo siglo ni honor ni pudor, sólo quedó el descaro”. (Tomo III, pág. 608)