jueves, 5 de febrero de 2015

CASTILLA. Salamanca y Unamuno

Bienvenidos un día más a una nueva entrega de Las huellas perdidas de Odiseo que espero sea de vuestro agrado. Hoy trabajaremos sobre dos fisionomías pasadas y presentes: una de carne y hueso, otra de piedra y argamasa. Nos referimos a una figura histórica aún viva pero ya muerta y a otra muerta pero todavía viva, don Miguel de Unamuno por un lado, Salamanca por el otro. Dos realidades que confluyeron e interactuaron durante unas décadas, modificándose ambas como resultado de un mutuo abrazo. Hablaremos desde una perspectiva personal de esa relación dialéctica y sus frutos, uniendo Historia, Literatura, Arte y Geografía bajo el marco general de la Cultura. Una visión global que creemos siempre necesaria, intentando eludir en la medida de lo posible esa especialización de conocimientos a la que inevitablemente casi todos nos vemos abocados y que debe de ser una perenne enemiga a batir.
















Empezamos por el vivo, ya que a Miguel de Unamuno (1864-1936) le gustaba situarse en primer plano y en esta cumbre se enseñoreó casi toda su vida, enfrentado con todo y con todos, hasta que su eterna compañera- la muerte- le convocó a su regazo. Este ilustre bilbaíno al que insertan en la llamada Generación del 98 fue con permiso de Ortega, el filósofo español más importante del siglo XX. Nos topamos con un precursor de lo que posteriormente llamarán existencialismo, corriente filosófica tan importante en nuestro ya fenecido siglo XX. Unamuno se elevó como un intelectual que se atrevía con las más variopintas disciplinas humanísticas (filosofía, narrativa, poesía...) y para rabia de sus enemigos, destacaba en ellas. Entre sus muchas obras podemos citar unas cuantas, así me vienen a la memoria: Niebla; En torno al casticismo; Abel Sánchez; Paz en la Guerra; La tía Tula; San Manuel bueno y mártir…. Sin embargo, debemos advertir al lector que su producción bibliográfica destaca por su abundancia y sólo hemos esbozado una leve silueta de ella.

A don Miguel de Unamuno

Este donquijotesco
don Miguel de Unamuno, fuerte vasco,
lleva el arnés grotesco
y el irrisorio casco
del buen manchego. Don Miguel camina,
jinete de quimérica montura,
metiendo espuela de oro a su locura,
sin miedo de la lengua que malsina.

A un pueblo de arrieros,
lechuzos y tahúres y logreros
dicta lecciones de Caballería.
Y el alma desalmada de su raza,
que bajo el golpe de su férrea maza
aún durme, puede que despierte un día.

Quiere enseñar el ceño de la duda,
antes de que cabalgue, el caballero;
cual nuevo Hamlet, a mirar desnuda
cerca del corazón la hoja de acero.

Tiene el aliento de una estirpe fuerte
que soñó más allá de sus hogares,
y que el oro buscó tras de los mares.
Él señala la gloria tras la muerte.
Quiere ser fundador, y dice: Creo;
Dios y adelante el ánima española...
Y es tan bueno y mejor que fue Loyola:
sabe a Jesús y escupe al fariseo.


Campos de Castilla, Antonio Machado

  
Salamanca, bella y antigua ciudad de Castilla que posee una institución venerable de ineludible mención. Nos referimos, claro está, a su universidad. La Universidad de Salamanca es la más veterana de España puesto que sus orígenes debemos desenterrarlos en la voluntad regia de un monarca medieval, en concreto a la de Alfonso IX, rey leonés que en 1218 decide su fundación. Tratamos con una de las instituciones universitarias más antiguas de Europa, compartiendo esta condición con otras tan prestigiosas como Oxford,  Bolonia y París. Con el paso de los años alcanzó un gran prestigio y en sus aulas han brujuleado intelectuales ilustres que ornan el solio de las letras hispanas: Fernando de Rojas, Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria, Fray Luis de León, san Juan de la Cruz, Calderón de la Barca…

Fray Luis de León

San Juan de la Cruz













Los clásicos de la literatura española guardan una presencia muy visible en esta urbe. Desde un Lazarillo de Tormes que nos guía hacia el umbral del casco histórico, hasta el descanso que podemos tomar en el jardín de Calisto y Melibea. El castellano palpita vitalmente entre unas arterias urbanas que vieron pasear a Antonio Nebrija (1441-1522), celebre creador de la primera gramática castellana (1492) y profesor de la universidad salmantina. Una lengua que se convertió en compañera del Imperio y se hubo de trasladar a través de la Mar Océana al Nuevo Mundo ¿Acaso no es sugestivo el conglomerado de eventos históricos que se dan cita en 1492? La culminación de la Reconquista, con la caída del Reino de Granada; el descubrimiento de América por el almirante Colón bajo el auspicio de Isabel y Fernando; la expulsión judía del reino tras dictamen monárquico; finalmente, la plasmación escrita de la gramática española. El preludio de un Imperio que alcanzó su apogeo en el siglo XVI, una centuria en la que algunos dicen que Dios mismo se hizo español.
El lazarillo de Tormes


Inscripción de El Quijote

Jardín de Calisto y Melibea


"Pero, ¿por qué me detengo
ínclita ciudad famosa
favorecida del cielo
Real Universidad,
madre de tantos ingenios
que has dado tantos Catones
a los Reales consejos
del soberano Filipo,
y a tantas grandezas dueños?
¡Famosa Universidad,
Salve, luz del Evangelio,
celebrada en todo el mundo
con razón!"

La limpieza no manchada, Lope de Vega

 

Busto de Unamuno (Salamanca)
Busto de Unamuno (Bilbao)














La dilatada estancia de Unamuno en Salamanca tuvo como apoteosis su destitución como rector de la universidad dentro del contexto de la Guerra Civil, después del tumultuoso desencuentro con el creador de la Legión, Millán Astray (1879-1952). En este convulso periodo rico en fusilamientos por motivos ideológicos y pobre en todo lo demás, Unamuno tampoco eligió una postura silente y se alza con entereza ante la espada victoriosa. No es la primera vez que colisiona contra el estamento militar, no en vano durante la dictadura de Primo de Rivera consiguió ganar un exilió en Fuerteventura. Sin embargo, el régimen autoritario de este general nada tuvo que ver con el instaurado por Franco, aquel cirujano de hierro venido de El Ferrol y que lograría mantenerse décadas en el poder hasta el "inevitable hecho biológico".


“Este es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”.


Fragmento de su actuación durante el incidente en la Universidad de Salamanca en 1936


El filósofo de Bilbao no tardaría mucho en fallecer tras esta última polémica, una muerte por causas naturales que, como decíamos, le sorprende en plena guerra fraticida. Ahora habita en los manuales de Filosofía, Historia y entre las lineas de sus propios escritos. Mientras, Salamanca posee una vitalidad desbordante, por sus viejas calles fluyen regueros de jóvenes estudiantes de todo el mundo. Una actividad secular que no tiene visos de desaparecer y cuyos beneficios para las Artes, las Letras y las Ciencias se dejan sentir desde su entorno más inmediato para después irradiarse al exterior.


Anochecer en Salamanca














“Y que el alma de mi Bilbao, flor del alma de mi España, recoja mi alma en su regazo”

Miguel de Unamuno, Salamanca abril de 1923.



Muchas gracias por haber estado un día más en esta humilde morada digital. Hasta la próxima entrega de Las huellas perdidas de Odiseo.

Un abrazo.

Sergio D. S.