lunes, 22 de junio de 2015

[HISTORIA DEL ARTE] El retorno del hijo pródigo (Rembrandt)

Bienvenidos un día más a una entrada de Las huellas perdidas de Odiseo que deseamos sea especial y os ayude a aproximaros a uno de los pintores más famosos del siglo XVII: Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669). Además, en concreto nos detendremos frente a un lienzo, dedicándonos a la contemplación de un magnífico cuadro de este autor y trataremos de ahondar bajo su superficie para descubrir alguno de sus significados simbólicos ocultos, secretos al menos escondidos a una primera mirada distraída. Nos estamos refiriendo a su versión de El hijo pródigo, una de las últimas obras de este excelente artista, cuyo visionado refleja tanto el mensaje bíblico al que alude la representación, como posiblemente el estado anímico y espiritual de un hombre que se reconoce ya anciano. Un balance vital antes de un próximo encuentro con el padre misericordioso que es precisamente el protagonista principal de la imagen y a cuya infinita misericordia según la visión bíblica se debe entregar con humildad toda persona, como alegóricamente queda explicitado en esta bella figuración plástica.

Hijo pródigo de Rembrandt

Sin duda, cuando mencionamos el nombre de Rembrandt a muchos de nosotros se nos aparece en la mente algunos de sus magníficos trabajos, las posibilidades son numerosas dada la justa trascendencia que en la Historia del Arte ha alcanzado este autor, poseemos por tanto muchos títulos ilustres que podemos citar: La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp (1632), La ronda de noche (1642), Los síndicos de los pañeros (1662), La novia judía (1666), El retorno del hijo pródigo (1669)...

Lección de anatomía
Ronda de noche


















Rembrandt
Bastará con considerar sólo unos cuantos aspectos descollantes del estilo y la técnica de Rembrandt, sobre todo aquellos que el análisis de ciertas obras ha puesto en primer plano. Estos aspectos son: en la pintura, el claroscuro, el tratamiento colorista y la pincelada; en los dibujos y estampas, nuevamente el claroscuro, pero en esta ocasión con un matiz diferente (...) La palabra chiaroscuro ( «claroscuro») se compone de las voces italianos chiaro («luz» o «brillo») y oscuro, y significa: subrayar básicamente las luces y sombras en cuanto que procedimiento y expresión pictóricas (...) En el barroco temprano, Caravaggio fue el iniciador y el portaestandarte de un poderoso movimiento de claroscuro que pronto barrería toda Europa.

ROSENBERG, J.: Rembrandt. Vida y obra, Editorial, 1987, pp. 307-8


El retorno del hijo prodigo de Rembrandt fue confeccionado en la última etapa pictórica de este afamado holandés y se eleva como una de las máximas representaciones de la parábola aparecida en el evangelio de Lucas. Nos situamos con un lienzo de grandes dimensiones ya que mide 262 cm de alto y 205 cm de ancho, hecho que nos hace pensar sobre las características del lugar donde inicialmente estaba destinado. En la actualidad está exhibido en el Museo del Ermitage (San Petersburgo, Rusia) e incluso podemos mencionar como anécdota la constancia escrita de cómo esa muestra ha influido notablemente en la vida espiritual de algunas personas. Tanto es así que recomendamos el libro a propósito del encuentro con este lienzo redactado por Henri Nouwen, entre sus páginas seremos testigos de la senda espiritual llevada a cabo por este sacerdote con esta obra como guía cartográfica para su camino.



“El cuadro de Rembrandt ha estado muy cerca de mí durante todo este tiempo...Cuanto más hablaba sobre el Hijo Pródigo, más lo consideraba como si se tratara de mi propia obra: un cuadro que contenía no sólo lo esencial de la historia que Dios quería que yo contara, sino también lo que yo mismo quería contar a Dios y a los hombres y mujeres de Dios. En él está todo el evangelio. En él está toda mi vida y la de mis amigos. Este cuadro se ha convertido en una misteriosa ventana a través de la cual puedo poner un pie en el Reino de Dios”

NOUWEN H.J.M: El regreso del hijo pródigo. Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt, Colección Sauce, 1996, Madrid, p. 20.


Como decíamos, la parábola del hijo pródigo o de los dos hermanos queda recogida en el Nuevo Testamento, en el evangelio de Lucas dentro de su capítulo 15, desde los versículos 11 al 32. Esta narración ha mantenido en la tradición cristiana una especial importancia, demostrada a todos los niveles: artísticos, doctrinales, docentes....Una relevancia que todavía se mantiene en la actualidad, yo mismo me he encontrado con esta historia muchas veces a lo largo de mi educación primaria y secundaria en centros religiosos. Un relato que nos habla de la vida de dos hijos y un padre, su comportamiento diferente en cuanto a sus deberes y responsabilidades- los aciertos de uno, los yerros de otro- y el padre compasivo, magnánimo, misericordioso e indulgente que acepta a ambos: se siente orgulloso de aquel que hace lo correcto y perdona en el final luctuoso al rebelde que siguió su rumbo de manera inconsciente. La importancia de la clemencia de Dios es lo más destacado de esta trama, una divinidad que reiteradamente se muestra llena de amor hacia sus criaturas a pesar de que muchas veces la actuación de éstas no sea la adecuada: “Yo os digo que en el cielo será mayor la alegría por un pecador que haga penitencia que por noventa y nueve justos que no necesitan penitencia” (Lucas 15:7). El protagonista es el Padre misericordioso, un progenitor con una bondad sin límites que desea que todos sus hijos estén con él en su morada.


Retorno del hijo pródigo de Murillo

Hijo pródigo de Hyeronimus Bosch
«Un hombre tenía dos hijos; 12 el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes. 13 No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. 14 Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. 15 Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. 16 Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. 17 Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. 18 Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; 19 ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. 20 Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. 21 Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. 22 Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; 23 traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, 24 porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete. 25 Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”. 28 El se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo. 29 Entonces él respondió a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; 30 en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”. 31 Él le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32 pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

Parábola del Hijo Pródigo


Hijo pródigo de Tissot

El lienzo es una obra cargada de simbolismo en donde el autor nos quiere enviar un mensaje personal de su percepción de esta parábola y ciertos rasgos visuales del oleo enfatizan muchos de los mensajes del texto bíblico. Así,  aunque no ocupen el centro de composición,  podemos observar en la obra la posición eminente del padre con el hijo pródigo, la luminosidad centralizada en esas dos figuras. El juego de luces y sombras es primordial en la comprensión del trabajo. Ese rojo luminoso del hábito paterno contrasta claramente con los harapos de color ocre del hijo e imponen a la escena una majestuosidad indeleble. Seleccionamos el efecto de las manos del anciano, cómo en un gesto amoroso las apoya sobre el hijo doliente, trasmitiendo al espectador una ternura y compasión de difícil medida. Hay otro protagonista en la escena excelentemente caracterizado, señalamos al otro vástago, aquel que permaneció y fue fiel a sus deberes. Él no se une  a la luz del reencuentro, su cara no trasluce la emoción y alegría que el progenitor exhala por el regreso del hijo pródigo, se siente despechado por un trato que considera injusto. Además, entre otros detalles, podemos añadir la semblanza física de este hijo con su padre ya envejecido.





“Esta imagen concreta del estado de ánimo del hijo pródigo nos permite comprender con exactitud en qué consiste la misericordia divina. No hay lugar a dudas de que en esa analogía sencilla pero penetrante la figura del progenitor nos revela a Dios como Padre(...) La parábola del hijo pródigo expresa de manera sencilla, pero profunda la realidad de la conversión. Esta es la expresión más concreta de la obra del amor y de la presencia de la misericordia en el mundo humano. El significado verdadero y propio de la misericordia en el mundo no consiste únicamente en la mirada, aunque sea la más penetrante y compasiva, dirigida al mal moral, físico o material: la misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre. Así entendida, constituye el contenido fundamental del mensaje mesiánico de Cristo y la fuerza constitutiva de su misión. Así entendían también y practicaban la misericordia sus discípulos y seguidores”.

Carta encíclica Dives in Misericordia del Sumo Pontífice Juan Pablo II sobre la misericordia divina, 30 de noviembre de 1980. 6. Reflexión particular sobre la dignidad humana.


El cuadro representa un tema fundamental en el cristianismo como es el del perdón. El padre que amoroso busca unas veces y perdona otras a la oveja descarriada, el ejemplo vital de Jesús magistralmente plasmado con su afirmación de: “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra" (San Juan 8:1-7). El verdadero mensaje no es el referido a un padre terrenal que perdona a su hijo tras una actuación digna de censura, sino aquel que deja constancia de un padre divinal común siempre dispuesto a posar sus brazos de manera amable en un abrazo cuando decidimos volver a él. El amor y la compasión que mantiene el padre hacia su hijo arrepentido dominan toda la representación artística, siendo su misericordia  paladinamente reflejada en una mirada de un hombre casi ciego que, sin embargo, trasluce una inmensa alegría por la recuperación del hijo que creía perdido.

Y con esto terminados por hoy, muchas gracias por ser un día más partícipes en Las huellas perdidas de Odiseo.

Recibid un afectuoso abrazo.

Sergio D.S.