viernes, 31 de octubre de 2014

[Recensión] El largo camino hacia la libertad (Autobiografía de Nelson Mandela)



MANDELA, N.: El largo camino hacia la libertad. La autobiografía de Nelson Mandela, Santillana Ediciones Generales, 2014, Madrid.
Título original: Long Walk to Freedom. The autobiography of Nelson Mandela.

Además de la vida, una constitución fuerte y una vieja vinculación con la casa real de Thembu, lo único que mi padre me dio al nacer fue un nombre, Rolihlahla. En xhosa Rolihlahla quiere decir literalmente «arrancar una rama de un árbol», pero su significado coloquial se aproxima más a «revoltoso» (p. 15)”.
  
To be, or not to be

Hoy nos dedicaremos a revisar un libro que consideramos digno de nuestro tiempo y ello queda claramente justificado dada la trascendencia que su autor alcanzó en el tan cercano, pero ya pasado, siglo XX. Dicho atractivo resulta manifiesto por el carácter mismo de la obra, ya que estamos tratando con una autobiografía con un claro interés por la intimidad del escritor pero que sobre todo incide en la proyección política que éste llegó a lograr. Nelson Mandela es el narrador y principal protagonista de un escrito que evidentemente ofrece una visión muy personal de la convulsa realidad que le tocó vivir. Entra dentro de la lógica, derivado además del mismo carácter de este tipo de obras, que la legitimación e incluso una cierta búsqueda de justificación de los propios actos se constituyen como uno de los componentes principales del ensayo vital. Asimismo, parece ineluctable subrayar el problema de la subjetividad del protagonista en la descripción del mundo que nos describe y la posible información que por interés, conveniencia o cualquier otro motivo nos deja de suministrar. No obstante, pese a todos estos inconvenientes que he querido recordar y destacar desde un inicio, reseñamos un trabajo que merece un estudio sosegado para todo aquel que quiera comprender a uno de los principales actores de nuestro más inmediato preterito y el tétrico fenómeno con el que se encuentra indisolublemente esposado: el Apartheid.




¿Qué entendemos por Apartheid?

Escalera hacia la estupidez
Definir un concepto siempre es tarea difícil y añadimos que lo consideramos muy lejos de nuestro objetivo en un texto como éste de estricto corte divulgativo. Por Apartheid aludimos al complejo entramado socio-jurídico que se desplegó en Sudáfrica la pasada centuria con ánimo de separar a la pequeña minoría rectora blanca de la mayoría negra que cohabitaban dentro del país. Una escisión  muy jerárquica e intensamente discriminatoria que vinculaba una serie de prerrogativas y derechos a los ciudadanos dependiendo esencialmente de un criterio: la raza. En este sentido las memorias nos alejan de ampulosas restricciones conceptuales, de frías descripciones generales sociológicas que no resultan tan elocuentes como las experiencias diarias de Nelson Mandela. Muchos son los ejemplos que nos regala- casi sin querer conforme avanza el relato de su vida- desde los pantalones cortos que se vio obligado a utilizar en la cárcel (como muestra de esa minoría de edad del hombre negro), hasta unos lugares de habitación determinados para cada raza, pasando por un piélago de restricciones que sumergía y sometía a la mayor parte de la sociedad sudafricana en un infecto lodazal de discriminación étnica.


La autobiografía

Joven Mandela occidentalizado
El autor arranca el discurso desde las vicisitudes características de la niñez y sus vivencias más íntimas en el seno de una familia y aldea africana. Un voluminoso caudal de datos antropológicos son evidenciados conforme avanza su discurso, al compás de una descripción paulatina, progresiva e inevitable del perfil psicológico del que escribe. Observamos pues dos polos de extremo magnetismo en la biografía, el más cercano, puramente familiar; junto con aquel otro público, profesional, político de trascendencia regional primero, para alcanzar el rango nacional e internacional con posterioridad. De rústico africano con ciertas conexiones familiares de resonancia predominantemente local, para luego un profesional del derecho que desempeña su oficio en un contexto urbano, a un apasionado activista político por los derechos de su pueblo que deviene en presidario hasta convertirse en presidente de su país tras su liberación. Una trayectoria vital transmutada en leyenda y con posibilidades notorias de adquirir carácter mítico. Hablamos -pienso- de un hombre que no destaca sobremanera por su capacidad intelectual, tampoco- opino- que su ejemplo o comportamiento estén libres de mácula o se pueda convertir en un emblema de ética y vitud. Sin embargo, podemos avizorar el poder de la voluntad indómita de un hombre que pugna contra una flagrante situación de injusticia y que no olvida- pese a todo- el pragmatismo. Una actitud que facilita dar solución a la totalidad de los problemas enfrentados por estos "luchadores por la libertad". Con ánimo de brevedad, recalcamos los primeros años de formación del joven Nelson donde sus más perentorias preocupaciones se circunscriben a su propia educación, ulteriormente se detiene en las funciones que como abogado desarrolla, para finalmente incidir en una implicación política en constante crecimiento. Llegado el momento esas manifestaciones pacíficas fueron consideradas como insuficientes y optó por el desarrollo de una vía paralela y complementaria que discurría por el empleo de la violencia.



“Personalmente, la lección que aprendí de aquella campaña fue que, en última instancia, no teníamos más alternativa que la resistencia armada y violenta. Una y otra vez habíamos empleado todos los recursos no violentos de los que disponíamos en nuestro arsenal- discursos, delegaciones, amenazas, marchas, huelgas, encarcelamientos voluntarios- sin resultado alguno, ya que todas las iniciativas eran aplastadas con mano de hierro. Un luchador por la libertad aprende, por el camino más duro, que es el opresor el que define la naturaleza de la lucha. Con frecuencia, al oprimido no le queda más recurso que emplear métodos que reflejan los empleados por su contrincante. A partir de un determinado momento, sólo es posible combatir el fuego con fuego (p. 176).
  

Fruto de estas actividades y después de ser atrapado por la policía fue encarcelado, una estancia en prisión que se hubo de prolongar durante casi tres décadas y que fueron el germen del posterior relato legendario. Los sucesos acaecidos en su estancia en la isla de Robben, una eterna monotonía jalonada por actos reinvindicativos que también son presa de la rutina, la conflictiva relación con algunos de los guardianes, las interacciones sociales entabladas con otros reclusos, son narrados desde el sosiego y una posición de admirable conciliación. El texto concluye prácticamente con su puesta en libertad y la nueva etapa que con ella se inaugura en Sudáfrica.

Morgan Freeman: "Yo no soy Nelson Mandela"

Como conclusión, publicitamos unas memorias en extremo recomendables para todo aquel mínimamente interesado en la figura de Nelson Mandela o en el execrable Apartheid. Pese a poseer todas las limitaciones que este tipo de obras autobiográficas sufren (extremada subjetividad, ditirambo elegiaco hacia uno mismo, caracter apologético de la propia causa…) nos concede un excelente testimonio de uno de los más célebres políticos contemporáneos. Creo sinceramente que nos situamos ante una redacción digna de lectura, una epopeya sobre un espíritu indomable, eco de una voz que alienta a la perseverancia y, en definitiva, el legado de un hombre que merece ser recordado.



“Una y otra vez he tenido ocasión de ver cómo hombres y mujeres arriesgaban y entregaban sus vidas por una idea. Les he visto soportar toda clase de agresiones y torturas sin ceder ni un ápice, haciendo gala de una fuerza y una tenacidad más allá de todo lo imaginable. Tuve ocasión de aprender que el valor no consiste en no tener miedo, sino en ser capaz de vencerlo. He sentido miedo más veces de las que puedo recordar, pero siempre lo he ocultado tras una máscara de audacia. El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino el que es capaz de conquistarlo. Jamás perdí la esperanza de que se produjera esta gran transformación. No sólo por los grandes héroes que ya he citado, sino por la valentía de los hombres y mujeres corrientes de mi país. Siempre he sabido que en el fondo del corazón de todos los seres humanos hay misericordia y generosidad. Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su procedencia o su religión. El odio se aprende, y si es posible aprender a odiar, es posible aprender a amar, ya que el amor surge con mayor naturalidad en el corazón del hombre que el odio. Incluso en los momentos más duros de mi encarcelamiento, cuando mis camaradas y yo nos encontrábamos en situaciones límite, alcanzaba a distinguir un ápice de humanidad en alguno de los guardianes, quizá tan sólo durante un segundo, pero lo suficiente para reconfortarme y animarme a seguir adelante. La bondad del hombre es una llama que puede quedar oculta, pero que nunca se extingue (p. 645).
 

Eso es todo para esta ocasión. Muchas gracias por ser participes de nuevo en Las huellas perdidas de Odiseo.

Un fuerte abrazo.

Sergio D. S.

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