Aquí estamos de nuevo con una entrada relativa a un tema abordado anteriormente en el blog (Primera parte) y que creemos fascinante: la participación del Señorío de Vizcaya en la conquista del Reino de Granada. La suma de la
población de esta región castellana en la lucha contra el infiel la develamos desde las
primeras etapas de la recuperación cristiana de la península. Ya comentamos en la otra ocasión como la sociedad vizcaína en su conjunto se incluyó con entusiasmo en este proceso, un fenómeno que atesora una raíz explicativa expandida en un amplio haz de componentes: económicos, sociales, culturales, religiosos, demográficos, políticos, etc.
Mapa extraído de Wikipedia |
Sirviendo de referente nos podemos topar con uno de los choques reconquistadores más concluyentes y que tuvo como protagonista al entonces señor de Vizcaya don Diego López de Haro II. Estamos aludiendo a la crucial batalla de las Navas de Tolosa y su valerosa actuación en la vanguardia castellana. Tal comportamiento le proporcionó a la postre el territorio durangués, galardón concedido graciosamente por Alfonso VIII. Fue en esa misma empresa en donde localizamos una legitimación de la guerra contra los agarenos- advocada en teoría por este rey- que con reiteración volveremos a escuchar en el momento último de la debacle nasrí:
Las Navas de Tolosa |
Primera Crónica General |
‘El triunfo de la Santa Faz’, de Marceliano Santa María |
Pese a que en 1379 el Señorío cayó directamente en manos del monarca castellano- Juan I-no se impusieron mutaciones radicales en la política desplegada hasta entonces y las tropas vizcaínas continuaron formando parte de las huestes castellano-leonesas. Facto paladinamente testimoniado en las diferentes operaciones que hacia el sur inicia resueltamente la Corona, así sucede con la lucha por el Estrecho. Sin excesiva complicación localizamos gentes de este espacio vascongado entre las huestes que bajo las órdenes del infante Fernando ejecutaron el sitio de Antequera. En el éxito de esta acción escudriñamos la muerte de un miembro de uno de los más señeros linajes vizcaínos como es Martín Ruíz de Avendaño, capitán de las naves de Castilla. Éste “murió gloriosamente atravesado de un «pasador con con yerba» y fue llevado a enterrar a la iglesia de Yurre (Arratia), donde los Avendaño de Bizkaia tenían su solar” (Labayru).
Ilustración de las Cántigas de Santa María |
Miniatura inglesa del siglo XIV |
La simple esquilma
crematística o el botín transfigurado en forma de valor y honra, se elevan como objetivos evidentes en las acciones llevadas a cabo por estos belicosos
hidalgos. Poseer el conocimiento y evidenciar quién “vale más” era esencial en
el ideario mental de la sociedad vizcaína del tiempo, resultando el motor trascendental que animaba las luchas banderizas que infestaban el
Señorío. La imagen de estas reyertas como meros conflictos internobiliarios ya
no es factible y como nos previno en su día el insigne profesor José Ángel García de Cortázar, debemos tener en cuenta que en estas
rivalidades se dirime un combate por quién valía más, pero bajo esta competición
se esconde un fenómeno histórico de marcado carácter poliédrico que en su
concepción más sencilla adopta una forma trinitaria: el enfrentamiento entre la
nobleza rural con sus propios labradores, sobre quienes se agudiza la presión
señorial en afán de sobrellevar la crisis bajomedieval; el conflicto de ese
mismo estamento nobiliario con las nuevas realidades sociales y económicas representadas por
las villas; la encarnizada lucha de los
combativos nobles rurales entre sí mismos. Algunas familias señeras como
el linaje Salazar ensalzaron sus propios orígenes en el fenómeno
reconquistador y afianzaron su
preeminencia social sobre el resto de la sociedad a través de su carácter guerrero- su
papel de bellatores- gracias al cual afluyeron todos los privilegios de los que eran
partícipes. El limes andaluz permite aliviar aquella tensión endógena que generaban los enfrentamientos de bandos y que afectaban negativamente de una
manera u otra a los habitantes de los territorios vascongados.
No obstante, Granada no
siempre se sitúa como un emplazamiento en el que había que ineluctablemente combatir,
también ha podido proporcionar solaz y amparo a aquellos refractarios al poder
establecido. Refugio a ambos lados de la línea divisoria
de reinos que era utilizado por los rebeldes respectivos de los dos territorios. Entre ellos, indicaremos fugazmente la
presencia de Alonso de Mella, líder del movimiento herético que se extendió por
Durango a mediados del siglo XV. Éste acabaría sus días en Granada e incluso
desde dicho lugar envió una misiva exculpatoria y reivindicativa al
monarca castellano. En definitiva, la frontera actúa como un horizonte en el
que buscar fortuna, ya sea honra, botín, resguardo o perdón de los delitos y los
moradores del Señorío prestamente acudirán a ella cuando la ocasión sea
propicia a sus respectivos fines.
“Cobdiçian
caualleros las guerras de cada día,
Por leuar muy grand sueldo e doblar la quantía,
E fuelgan quando ven la tierra en rrobería
De ladrones e cortones, que ellos traen en compañía”.
López de Ayala
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Eso es todo por hoy, muchas gracias por ser
participes un día más en Las huellas
perdidas de Odiseo.
Un abrazo y hasta la próxima entrega.
Sergio D.S.
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