MANDELA, N.: El largo camino hacia la libertad. La
autobiografía de Nelson Mandela, Santillana Ediciones Generales, 2014,
Madrid.
Título original: Long Walk to Freedom. The autobiography of
Nelson Mandela.
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To be, or not to be |
Hoy nos dedicaremos a revisar un libro que consideramos digno de nuestro tiempo y ello queda claramente justificado dada la trascendencia que su autor alcanzó en el tan cercano,
pero ya pasado, siglo XX. Dicho atractivo resulta manifiesto por el carácter mismo de la
obra, ya que estamos tratando con una autobiografía con un claro interés por la intimidad del escritor
pero que sobre todo incide en la proyección política que éste llegó a lograr. Nelson Mandela
es el narrador y principal protagonista de un escrito que evidentemente ofrece
una visión muy personal de la convulsa realidad que le tocó vivir. Entra
dentro de la lógica, derivado además del mismo carácter de este tipo de obras, que la legitimación e incluso una cierta búsqueda de justificación de los propios actos se
constituyen como uno de los componentes principales del ensayo vital. Asimismo, parece ineluctable subrayar el problema de la subjetividad del protagonista en la
descripción del mundo que nos describe y la posible información que por
interés, conveniencia o cualquier otro motivo nos deja de suministrar. No
obstante, pese a todos estos inconvenientes que he querido recordar y destacar desde un
inicio, reseñamos un trabajo que merece un estudio sosegado para todo aquel que quiera
comprender a uno de los principales actores de nuestro más inmediato preterito y el tétrico fenómeno con el que se encuentra indisolublemente esposado: el Apartheid.
¿Qué entendemos por
Apartheid?
Escalera hacia la estupidez |
Definir un concepto siempre es tarea difícil y añadimos que lo consideramos muy lejos de nuestro objetivo en un texto como éste de estricto corte divulgativo.
Por Apartheid aludimos al
complejo entramado socio-jurídico que se desplegó en Sudáfrica la pasada
centuria con ánimo de separar a la pequeña minoría rectora blanca de la mayoría negra
que cohabitaban dentro del país. Una escisión muy jerárquica e intensamente
discriminatoria que vinculaba una serie de prerrogativas y derechos a los
ciudadanos dependiendo esencialmente de un criterio: la raza. En este sentido
las memorias nos alejan de ampulosas restricciones conceptuales, de frías
descripciones generales sociológicas que no resultan tan elocuentes como las experiencias diarias de Nelson Mandela. Muchos son los ejemplos que
nos regala- casi sin querer conforme avanza el relato de su vida- desde
los pantalones cortos que se vio obligado a utilizar en la cárcel (como muestra
de esa minoría de edad del hombre negro), hasta unos lugares de habitación
determinados para cada raza, pasando por un piélago de restricciones que
sumergía y sometía a la mayor parte de la sociedad sudafricana en un infecto lodazal de
discriminación étnica.
La autobiografía
Joven Mandela occidentalizado |
“Personalmente,
la lección que aprendí de aquella campaña fue que, en última instancia, no teníamos
más alternativa que la resistencia armada y violenta. Una y otra vez habíamos
empleado todos los recursos no violentos de los que disponíamos en nuestro
arsenal- discursos, delegaciones, amenazas, marchas, huelgas,
encarcelamientos voluntarios- sin resultado alguno, ya que todas las
iniciativas eran aplastadas con mano de hierro. Un luchador por la libertad
aprende, por el camino más duro, que es el opresor el que define la
naturaleza de la lucha. Con frecuencia, al oprimido no le queda más recurso
que emplear métodos que reflejan los empleados por su contrincante. A partir
de un determinado momento, sólo es posible combatir el fuego con fuego (p. 176)”.
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Fruto de estas actividades y después de ser atrapado por la policía fue encarcelado, una estancia en prisión que se hubo de prolongar durante casi tres décadas y que fueron el germen del posterior relato legendario. Los sucesos acaecidos en su estancia en la isla de Robben, una eterna monotonía jalonada por actos reinvindicativos que también son presa de la rutina, la conflictiva relación con algunos de los guardianes, las interacciones sociales entabladas con otros reclusos, son narrados desde el sosiego y una posición de admirable conciliación. El texto concluye prácticamente con su puesta en libertad y la nueva etapa que con ella se inaugura en Sudáfrica.
Como conclusión, publicitamos unas memorias en extremo recomendables para todo aquel mínimamente interesado en la figura de Nelson Mandela o en el execrable Apartheid. Pese a poseer todas las limitaciones que este tipo de obras autobiográficas sufren (extremada subjetividad, ditirambo elegiaco hacia uno mismo, caracter apologético de la propia causa…) nos concede un excelente testimonio de uno de los más célebres políticos contemporáneos. Creo sinceramente que nos situamos ante una redacción digna de lectura, una epopeya sobre un espíritu indomable, eco de una voz que alienta a la perseverancia y, en definitiva, el legado de un hombre que merece ser recordado.
“Una y otra
vez he tenido ocasión de ver cómo hombres y mujeres arriesgaban y entregaban sus
vidas por una idea. Les he visto soportar toda clase de agresiones y torturas
sin ceder ni un ápice, haciendo gala de una fuerza y una tenacidad más allá
de todo lo imaginable. Tuve ocasión de aprender que el valor no consiste en
no tener miedo, sino en ser capaz de vencerlo. He sentido miedo más veces de
las que puedo recordar, pero siempre lo he ocultado tras una máscara de
audacia. El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino el que es
capaz de conquistarlo. Jamás perdí la esperanza de que se produjera esta gran
transformación. No sólo por los grandes héroes que ya he citado, sino por la
valentía de los hombres y mujeres corrientes de mi país. Siempre he sabido
que en el fondo del corazón de todos los seres humanos hay misericordia y
generosidad. Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su
procedencia o su religión. El odio se aprende, y si es posible aprender a
odiar, es posible aprender a amar, ya que el amor surge con mayor naturalidad
en el corazón del hombre que el odio. Incluso en los momentos más duros de mi
encarcelamiento, cuando mis camaradas y yo nos encontrábamos en situaciones
límite, alcanzaba a distinguir un ápice de humanidad en alguno de los
guardianes, quizá tan sólo durante un segundo, pero lo suficiente para
reconfortarme y animarme a seguir adelante. La bondad del hombre es una llama
que puede quedar oculta, pero que nunca se extingue (p. 645)”.
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Eso es todo para esta ocasión. Muchas gracias por
ser participes de nuevo en Las huellas
perdidas de Odiseo.
Un fuerte abrazo.
Sergio D. S.