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Este es el cuento de un español que ha decidido vivir una aventura en Beijing, un nuevo comienzo en una trayectoria plagada con unos cuantos de ellos. Aunque soy historiador, habiendo trabajado en España y en Italia como tal, ahora sobrevivo como profesor de español en la tierra de Mao. Menciono a este padre de la patria porque va a ser precisamente su rostro lo que vais a ver en todos los billetes que cambiéis en el aeropuerto si algún día os apetece visitar este país. En mi caso diría que el siguiente hombre chino que recuerdo en estas instalaciones es el director del colegio internacional donde actualmente ejerzo como docente. Y puedo añadir que fue en ese preciso momento cuando las ideas preconcebidas que tenía de China se empezaron a derrumbar, puesto que lo primero que hizo este caballero tras recibirme fue llevar mi maleta como muestra de hospitalidad. Hospitalidad que se ha repetido continuamente hasta ahora con todos los chinos que he encontrado en la escuela, preocupados de continuo para que no me faltase nada. El segundo detalle a llamar mi atención fue el poder adquisitivo que ostentan en este momento, el cual puede ser fácilmente advertido desde el parking de la propia terminal, en donde prácticamente todos los coches eran nuevos. Fijarse en el automóvil de los demás en China no es ni mucho menos indiscreción o una muestra incipiente de envidia, más bien una acción nacida desde un profundo instinto de supervivencia ya que aquí los vehículos tienen absoluta preferencia cuando circulan, también incluso en los pasos de peatones. Entonces queda la pregunta ¿Para qué sirven estas indicaciones? Un misterio asiático, como sus otras señales de tráfico escritas con esos graciosos e ilegibles caracteres chinos.
Los primeros días de mi estancia han sido ciertamente entretenidos y plagados de actividades, desde aquellas típicamente burocráticas hasta esas otras clásicas de mi puesto de trabajo. Entre las primeras puedo comentar mi visita a la comisaría más cercana para registrarme como extranjero, trámite que recuerdo con cierta nostalgia porque ha sido realizado por una guapa policía. En cuanto a mis responsabilidades laborales imagino que serán facilitadas tanto por la actitud positiva de los estudiantes chinos, como por sus ganas de aprender o el perenne respeto que muestran al profesor, etc. A veces creo que son más disciplinados que yo. Al menos eso pienso cuando les veo desfilar alegremente por el patio del colegio con la bandera de su nación o en esos intervalos en los que están escuchando discursos en una formación casi militar. En estos momentos plácidamente tomo café desde la ventana, producto especialmente traído para los profesores extranjeros y cuyas posibilidades de consumo son ilimitadas. Paradójicamente, así nos tienen tranquilos.
Un sosiego, por otro lado, buscado a nivel nacional por las autoridades chinas dado que sería conveniente recordar la censura existente en internet cuando hablamos del lugar. El acceso a Facebook, Blogger, Google, Gmail, Instagram... está prohibido. Pese a todo, no estamos obligados a olvidar todas nuestras costumbres digitales, por ejemplo Whatsup funciona normalmente y consecuentemente todavía podremos felizmente molestar a horas extrañas a todos nuestros amigos de España con este dispositivo. Sin embargo, si quieres tratar con mis vecinos orientales es mejor que te vayas instalando WeChat. Una aplicación que no conocía hasta mi llegada y cuyo uso puede resultar atractivo para curiosear las fotos compartidas por otros usuarios con los que estás conectado. Como no tengo vuestro Wechat os contaré mis experiencias desde Teinteresa y espero que al menos sean amenas.
¡Ah! Me llamo Sergio y soy de Bilbao, otro español que en tiempos de crisis se ha buscado la vida. Puedo decir que no me ha ido mal y es más, en cierto sentido, estoy agradecido de que las circunstancias me hayan animado a dejar España ¡Al menos por ahora!
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