“Era notorio por todo el mundo que las
Españas en los tiempos antiguos fueron poseydas por los reyes sus progenitores;
e que si los moros poseyan agora en España aquella tierra del reyno de Granada,
aquella posesión era tiranía e no jurídica. E que por escusar esta tiranía, los
reyes sus progenitores de Castilla y de León, con quien confina aquel reyno,
siempre pugnaron por restituyr a su señorío, segúnd que antes avía sido”
(Hernando del Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos).
Billete de mil pesetas con la efigie de los Reyes Católicos |
Ahora trataremos sobre
un tema que creemos interesante porque se aborda no únicamente desde un plano
estrictamente militar- como en un inicio pudiéramos suponer- sino que su trascendencia
se extiende a otros ámbitos igual de importantes. La edificación de la
Monarquía autoritaria de los Reyes Católicos y sus
consecuencias: administrativas, hacendísticas, territoriales,
institucionales... hicieron posible la culminación de un anhelo secular, el fin de
la Reconquista. Hemos de reseñar la especial repercusión que mantuvo este episodio bélico en la naciente monarquía autoritaria castellana,
suponiendo una excelente plataforma desde la cual ensayar los instrumentos que
cimentaron los pilares del Estado Moderno. Pese a constituirse-como bien han
explicado algunos expertos- en la última de las guerras medievales
castellanas, resultó una especie de prueba general de todo aquello que
aún está por venir. Las campañas italianas y la política bélica expansiva de lo
que con el decurso de los acontecimientos hubo de cristalizar en un Imperio, fueron en
gran medida herederas de las prácticas desplegadas en este desencuentro armado. Y es que tal designio de los R.R.C.C. posibilitó reunir las fuerzas de
todo el reino en un fin común, en este sentido Vizcaya queda establecida como
un paradigma ya que los banderizos que asolaban el señorío con sus afamadas
luchas de bandos, se vieron impelidos a luchar junto con sus antiguos adversarios
ante un enemigo compartido. La crisis del siglo XIV había afectado gravosamente
a esta pequeña nobleza que vió limitada en gran medida sus recursos, lo que contribuyó con ahínco en el incremento de la conflictividad sobre la región.
Las gentes del Señorío de
Vizcaya desde las más tempranas épocas participaron en la voluntad
reconquistadora de las tierras peninsulares que el cristianismo y el islam
mantenían en dilatada disputa. Veremos que los vizcaínos como copartícipes en la caída del último baluarte musulmán
de la península-el reino nazarí de Granada- no hicieron sino seguir el rumbo
del afán guerrero de sus más inmediatos antepasados contra un tradicional
enemigo de la “santa fe católica”. Cada uno de los estamentos sociales imbricados en
la sociedad vizcaína se incluyeron de una forma u otra en el anhelo restaurador:
labradores, villanos, linajudos e incluso delincuentes sentenciados por un colorido abanico delictivo, aunaron bríos para el logro de un objetivo compartido y unificador.
De dicho mancomunado prurito obtuvieron una amplia serie de dádivas, mercedes o
recompensas que podían trascender del simple orden material, cristalizando en
el plano espiritual en forma de indulgencias plenarias para los pecados e
infracciones religiosas cometidas en vida.
El actualmente discutido
concepto de Reconquista ha venido siendo un eje fundamental desde el que orbitaba nuestra
clásica historiografía, e implicó durante centurias un principio legitimador de
la expansión cristiana para una monarquía castellano-leonesa declarada heredera
directa del vetusto reino visigodo.
Cristianos jugando al ajedrez |
Musulmanes jugando al ajedrez |
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Santiago auxiliando a las huestes cristianas
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Me resulta imposible resistirme a mencionar, aunque sea de manera
fugaz, la figura del héroe y emblema de la Edad Media española. Nos referimos
claro está a Rodrigo Díaz de Vivar (1048-1099), el más conocido como Cid campeador.
Caballero que personifica la Reconquista y cuyo Cantar se eleva como una
de las obras cumbres de la literatura castellana. Aquel servicio que prestó a Sancho II de Castilla, el conflictivo vasallaje con Alfonso VI, su destierro o la conquista de Valencia forjaron una vida de leyenda. Incluso la espada- Tizona- y la montura- Babieca- que empleaba resultan familiares al español actual y forman parte de la rica cultura popular hispana.
CASTILLA (M.Machado)
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas, llaga de luz los petos y espaldares y flamea en las puntas de las lanzas. El ciego sol, la sed y la fatiga Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga. Cerrado está el mesón a piedra y lodo. Nadie responde... Al pomo de la espada y al cuento de las picas el postigo va a ceder ¡Quema el sol, el aire abrasa! A los terribles golpes de eco ronco, una voz pura, de plata y de cristal, responde... Hay una niña muy débil y muy blanca en el umbral. Es toda ojos azules, y en los ojos. lágrimas. Oro pálido nimba su carita curiosa y asustada. "Buen Cid, pasad. El rey nos dará muerte, arruinará la casa y sembrará de sal el pobre campo que mi padre trabaja... Idos. El cielo os colme de venturas... ¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!" Calla la niña y llora sin gemido... Un sollozo infantil cruza la escuadra de feroces guerreros, y una voz inflexible grita: "¡En marcha!" El ciego sol, la sed y la fatiga... Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga. |
CANTAR MÍO CID (Estrofa IV)
Los de mío Çid a altas
vozes llaman,
Los de dentro non les querían
tornar palabra.
Aguijó mío Çid, a la
puerta se llegaba,
Sacó el pie del estribera, una
ferídal’ daba;
Una niña de nuef
años a ojo se
parava:
<<¡ ya Campeador, en
buen hora çinxiestes espada!
>> El rey lo ha vedado, anoch
d’el entró su carta,
>> non vos osariémos
abrir nin coger por nada;
>> si non,
perderíemos los haberes e las casas,
>> e demás los ojos de las caras.
>>Çid, en el nuestro
mal vos non ganades
nada;
>> mas el Criador vos
vala con todas sus vertudes santas
Esto la niña dixo e tornós
por a su casa.
Ya lo ve el Çid que del rey
non habíe graçia.
Partiós’ de la
puerta, por Burgos
aguijaba,
|
Y con esto creo que ya es suficiente por hoy. En la
próxima entrada de Las huellas perdidas de Odiseo retornaremos a este
apasionante tema ¡Os espero!
Un abrazo.
Sergio D. S.