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Un fuerte abrazo,
Sergio Delgado
Aquí está el artículo completo:
El Partido Comunista Chino se enfrenta a la espinosa tarea de mantenerse en el poder en un contexto histórico y tras una evolución política que hace un poco complejo el logro de dicho objetivo. Y es que la nueva sociedad que está surgiendo en este país asiático supone un desafío para un sistema socialista, por mucho que éste haga hincapié en sus especiales características chinas. Paradójicamente, dicha situación responde a la propia actuación y medidas de las elites comunistas en el gobierno de los últimos años. Es este escenario en donde debemos encuadrar la decisión tomada por Deng Xiaoping tras la muerte de Mao de priorizar el crecimiento económico, permitida para ello la liberalización, con una consecuente apertura de esta nación y abandonando la eterna lucha de clases que había caracterizado el inmediato periodo anterior. Aunque tal camino ha propiciado un milagro económico que asombra prácticamente a todo el mundo e incluso representa un modelo a seguir para cierta parte de él, también deja una serie de retos para sus artífices de una esquiva solución.
Ya en 1989 el régimen hubo de afrontar una gran crisis con los luctuosos sucesos acontecidos en la célebre plaza Tiananmen y a través los cuales fue demostrada paladinamente la lealtad de un Ejército Popular de Liberación hacia el Partido Comunista. Hemos de considerar que las fuerzas armadas son fieles al Partido Comunista y no al Estado, siendo éste un factor fundamental para el sostén y reproducción del sistema. Una estabilidad que es buscada en todos los órdenes, tanto para que la propia capa dirigente se perpetúe en una posición de dominio, como con el ánimo de no perturbar un crecimiento económico perseguido de manera un tanto obsesiva. Además, los espectaculares resultados producidos en la economía se erigen como el principal argumento legitimador del especial e idiosincrásico comunismo imperante en China y cuya principal característica es su adaptabilidad a las diversas circunstancias del momento en aras de su propia supervivencia.
Por otro lado, el Partido ha sabido ampliar su base social precisamente con el primer enemigo del proletariado y los más ínclitos representantes del capitalismo: los empresarios. Desde 2002, tras el preceptivo cambio constitucional de rigor, queda autorizado a la capa empresarial integrarse dentro de las filas del Partido Comunista. El propósito de coaptar el potencial mayor adversario del Estado comunista ha sido cumplido a la perfección y ahora son estos nuevos capitalistas quienes conforman uno de los más sólidos apoyos de la República Popular China. La explicación resulta sencilla si tenemos en cuenta los deseos de un contexto tranquilo en el cual sea viable desarrollar sus actividades sin perturbaciones políticas o sociales.
En cuanto a las masas, éstas son adoctrinadas desde su juventud con un sistema educativo profundamente doctrinario, protegidas en su madurez gracias a la censura de unos medios de comunicación controlados por el gobierno y alimentadas de continuo con grandes dosis de un siempre útil nacionalismo. La mejora de tanto la calidad de vida como del nivel de instrucción disfrutado por la población no se ha plasmado en un salto paralelo de las ansias de ‘libertad’ de los ciudadanos chinos. A este respecto sería conveniente recordar que estamos analizando una cultura diferente a la occidental, con distintos anhelos, mentalidades y tradiciones, los cuales en muchos aspectos son capaces de igualarse o superar a nuestra particular visión de las cosas.
En fin, el Partido Comunista Chino lleva más de sesenta años en el poder y pensamos que este escenario va a perdurar durante bastante tiempo. Es más, si de algo se ha caracterizado siempre la civilización china es por la búsqueda del equilibrio y de la permanencia del orden establecido. A pesar de que la globalización y la revolución tecnológica suponen unos retos nada desdeñables para este Estado comunista, hasta ahora viene soportando todo un tsunami de cambios sin excesivas dificultades. Lejos de debilitarse, algunos podrían observar un régimen más fortalecido que en un pasado más reciente, con una misión que todavía subraya como primordial el desarrollo económico del país y desde una ideología orientada decididamente al pragmatismo. El aumento de la productividad, potenciar la innovación autóctona, mitigar los problemas medioambientales, etc. son algunas de las intenciones dictaminadas por unos líderes que todavía se reconocen como comunistas. O, al menos, eso dicen ellos.