lunes, 22 de mayo de 2017

La relación entre China y Corea del Norte

Hola de nuevo a todos en esta entrega de Las huellas perdidas de Odiseo. Hoy dejo un enlace a otro artículo para el diario digital Te Interesa en donde analizo la conflictiva relación entre China y Corea del Norte. Aquí podéis leer un fragmento:

"Debemos considerar que el más firme sostén de Corea del Norte con el que ha podido contar hasta ahora ha sido cimentado por Pekín, un respaldo en forma de abastos alimentarios, recursos energéticos y un auxilio diplomático inestimable para un país netamente caracterizado por su aislamiento" (Pulsa aquí para ver todo el texto)

El artículo completo: 

Corea del Norte se eleva como una muy curiosa o estrambótica estrella en la política internacional gracias a su polémico programa nuclear desarrollado en los últimos lustros y que amenaza seriamente no sólo la estabilidad política a un nivel regional, sino que es capaz de provocar la colisión de las dos grandes potencias del momento: Estados Unidos y China. Debemos considerar que el más firme sostén de Corea del Norte con el que ha podido contar hasta ahora ha sido cimentado por Pekín, un respaldo en forma de abastos alimentarios, recursos energéticos y un auxilio diplomático inestimable para un país netamente caracterizado por su aislamiento. Esta alianza hunde con ahínco sus raíces en la historia compartida de los partidos comunistas tanto chino como coreano contra los nipones durante la Segunda Guerra Mundial. Ulteriormente, fue la actuación del ejército popular chino la vital razón explicativa por la cual fue permitida la supervivencia al espacio comunista del norte tras la Guerra de Corea (1950-53). Por tanto no es de extrañar que para reflejar este íntimo enlace se haya utilizado, en un pasado no muy lejano, la imagen de estrecha unión de una boca con sus dientes. No obstante, a pesar de este inveterado trato de amistad entre los dos regímenes autoritarios, fácilmente somos capaces de localizar intervalos de alejamiento o fricción claros y no ocultados. Un hecho clave fue la decisión de Deng Xiaoping de abanderar un proceso de liberalización y apertura con el fin declarado de primar el desarrollo económico del país. La normalización de las relaciones con Corea del Sur en 1992 constituyó otro hito que golpeó con extrema contundencia un trato ya deteriorado por el paso del tiempo.


Aunque las diferencias de los últimos años son notorias, a China no le conviene el derrumbe del régimen norcoreano por motivos de muy diversa etiología. En primer lugar, Pyongyang desenvuelve una función de estado tapón frente a una Corea del Sur que aloja a más de veinte mil marines estadounidenses. Una Corea reunificada con capital en Seúl se aleja de la situación ideal imaginada por una elite política china interesada en convertir a su país en el centro de referencia dentro de su inmediato marco geográfico. Asimismo, el colapso del sistema liderado por Kim Jong-un puede fácilmente derivar en secuelas bélicas no queridas o suponer un desastre humanitario representado por unas oleadas de refugiados en grado de hacer peligrar el más anhelado objetivo chino: el crecimiento económico. Como resultado, se han esforzado en buscar una solución al problema a través del diálogo y la negociación para satisfacer el propósito manifiesto de mantener el status quo en la región, evitando con esto una escalada en un conflicto de incierto saldo.


Estados Unidos acusa de una innegable ambigüedad en el comportamiento de Xi Jinping a la hora de tratar este asunto y posee alegatos justificados para ello. Así, si bien el gobierno chino ha respaldado las sanciones económicas y comerciales de la ONU dictaminadas contra Corea del Norte (la resolución 1718 del 16 de octubre del 2006 pudiere ser un referente), no se sabe hasta qué punto y con qué afán de cumplimiento ha llevado a la práctica dichas penalizaciones. Y es que hemos de subrayar cómo China a día de hoy es el mayor suministrador de energía e incluso alimentos a un Estado que en los noventa ya vivió una crisis de subsistencias muy grave y en cuya hambruna se estima que murieron cientos de miles de coreanos. Además de la crisis alimentaria y el consecuente peligro migratorio, si estas restricciones se llevan a cabo resulta significativamente probable que China perdiese el influjo que todavía mantiene en el gobierno de Corea del Norte, incrementando la inestabilidad en la zona y dificultando una salida negociada de este laberinto político.


Para finalizar me gustaría ofrecer una nota de tranquilidad en referencia a la solución de esta cuestión ya que a ninguno de los actores que están involucrados en este juego de poder le conviene la conflagración armada. Sin embargo, no estaría de más el ser prudentes porque aquellas naciones que tienen más probabilidades en chocar están siendo gobernadas por dos personajes un tanto peculiares: Trump y Kim Jong-un. De este modo, la paciencia estratégica de Obama ha dado paso a un escenario en el que todas las opciones están sobre la mesa, incluida la contingencia de un ataque preventivo desencadenado por EEUU. En cuanto a China, ésta se ha caracterizado siempre por un perfil conservador y actualmente anhela una estabilidad que no perturbe sus  soñadas perspectivas económicas. Una guerra o unos vecinos con un arsenal de armas nucleares dispuestos a dar rienda suelta a su belicosidad queda lejos de constituirse como un horizonte adecuado desde el imaginario de Pekín.


Muchas gracias por vuestro interés.

Un fuerte abrazo.

Sergio Delgado



miércoles, 3 de mayo de 2017

¿Están predestinados Estados Unidos y China a colisionar?

Bienvenidos a Las Huellas perdidas de Odiseo, un blog dedicado a la cultura últimamente centrado en China. Hoy facilito un enlace que dirige a mi nuevo artículo para el periódico digital Te Interesa. En esta ocasión tratamos sobre la relación entre Estados Unidos y China. Podéis leer un fragmento:

"Del mismo modo, no estaría de más señalar cómo los jerarcas chinos tras la desaparición de Mao tomaron la osada decisión de iniciar una liberalización con el propósito declarado de estimular el progreso económico, siendo este el objetivo primero del régimen. Tal apertura no ha significado la evolución hacia un orden democrático de cuño occidental, optando consecuentemente por una vía propia y cuya marcha sigue estando conducida por un partido comunista atrincherado en el poder. Evidentemente una pirueta filosófica de esas características- tan comunes por otra parte- ha requerido que las elites políticas se justifiquen e inevitablemente legitimen ante la población con otros sustratos ideológicos. Aquí es cuando entra en escena un viejo conocido con una gran capacidad de convocatoria: el nacionalismo". (Pulsa aquí para leer el artículo completo)

El artículo completo:

En los últimos tiempos la relación entre Estados Unidos y China ha acaparado una mayor atención en todos los niveles dado el espectacular crecimiento económico de esta última nación, un desarrollo que la ha auxiliado a ubicarse como un firme contendiente en la disputa por la hegemonía mundial. El liderazgo ha venido siendo sostenido en solitario por los estadounidenses desde la desintegración de la Unión Soviética y el fin de una Guerra Fría que todavía rememoramos con facilidad. Un duelo que durante medio siglo había enfrentado a dos sistemas completamente diferentes representados respectivamente por dos actores muy diversos: el capitalismo yanqui contra el comunismo soviético. Y es precisamente una curiosa mezcla de ambos modelos con un añadido matiz asiático el cual parece ahora dispuesto a pugnar por la supremacía en el orden internacional. 


Del mismo modo, no estaría de más señalar cómo los jerarcas chinos tras la desaparición de Mao tomaron la osada decisión de iniciar una liberalización con el propósito declarado de estimular el progreso económico, siendo este el objetivo primero del régimen. Tal apertura no ha significado la evolución hacia un orden democrático de cuño occidental, optando consecuentemente por una vía propia y cuya marcha sigue estando conducida por un partido comunista atrincherado en el poder. Evidentemente una pirueta filosófica de esas características- tan comunes por otra parte- ha requerido que las elites políticas se justifiquen e inevitablemente legitimen ante la población con otros sustratos ideológicos. Aquí es cuando entra en escena un viejo conocido con una gran capacidad de convocatoria: el nacionalismo.


Los contactos entre la Administración Trump y el Gobierno de Pekín han continuado la senda marcada por sus antecesores, siendo ilustrativa al respecto la reciente reunión entre el actual Presidente de Estados Unidos y su homologo oriental Xi Jinping. Esta cumbre se ha desarrollado cordialmente, esforzándose ambos participantes en proyectar una imagen de cooperación frente un trasfondo de cercanía con el anhelo de disipar cualquier temor ante una abierta colisión de intereses. A día de hoy las diferencias más grandes que separan ambos países son de índole económica y comercial, si bien otras circunstancias acaparan el protagonismo en los medios de comunicación, como pudiere ejemplificar el problema de Corea del Norte o las disputas territoriales en el Mar del Sur de China.


A pesar de todo, no hemos obviar el perenne influjo de la célebre trampa de Tucídides con la cual se explica la sustitución en la historia de un poder hegemónico por otro emergente. El recelo provocado dentro de Estados Unidos por el rutilante ascenso de China es ciertamente notable, siendo factible que pasado un tiempo resulte con cierta facilidad en una acendrada competición entre las dos naciones, manifestada externamente en una probable, pero no deseable, carrera armamentística. Anotamos desde esta perspectiva el evento del pasado 26 de abril cuya principal atracción consistió en la presentación del primer portaaviones totalmente construido en China. Un acontecimiento enmarcado en la política de modernización de este ejercito asiático pergeñada en los lustros precedentes al compás de la bonanza económica del país. Enfatizamos la relevancia capital que esta cuestión guarda para una nación oriental que ya vivió sus famosos cien años de humillación como consecuencia directa del imperialismo occidental. Desde este prisma posee cierta lógica el deseo de unas fuerzas armadas modernas, profesionales y eficaces con la misión de salvaguardar sus legítimos intereses.


Como conclusión, me gustaría enviar un mensaje positivo en lo tocante a la futura evolución de la interacción entre ambos estados, mas sin trascordar la existencia de cierta incertidumbre generada por la interacción de dos sistemas e incluso culturas muy diferentes. Optimismo basado en la inconveniencia para estos protagonistas de un conflicto directo, unos actores que además aparecen en este momento como unos socios comerciales estrechamente ligados. Aunque es cierta la presencia de ciertos asuntos que tanto en el presente como en los próximos años se constituyen en un foco de tensiones, no cabe duda que una hábil labor diplomática con ciertas dosis de realpolitik debería ser capaz de atemperar cualquier eventualidad de carácter grave. Así, los derechos humanos bajo el régimen comunista, el caso del Tíbet o la situación de Taiwán, no necesariamente confluyen hacia una colisión frontal entre ambas naciones. Paralelamente, se dan un conjunto de fenómenos favorecidos por la globalización como son las mejoras en el transporte, los nuevos medios de comunicarse con otras gentes del mundo, el aumento del nivel de vida de los ciudadanos chinos y lo avanzado de la occidentalización del país que coadyuvan a una apertura de esta sociedad desenvuelta de forma autónoma.

Muchas gracias por vuestra atención.

Un fuerte abrazo.

Sergio Delgado