Bienvenidos
una vez más a una nueva entrada de Las
huellas perdidas de Odiseo que espero sea de vuestro agrado. Esta vez nos
dedicaremos a pergeñar una pequeña recensión de las memorias ofrecidas por uno
de los políticos españoles más relevantes de nuestra historia reciente, nos
estamos refiriendo a Alfonso Guerra.
Un hombre que ha dedicado su vida a la política, siendo una de las máximas
figuras del socialismo español contemporáneo, protagonista de la Transición y
vicepresidente del primer gobierno socialista tras la dictadura franquista. El
binomio excepcional establecido con Felipe
González les permitió transformar el socialismo español desde la
resistencia democrática al régimen franquista hasta hacer posible la posterior
toma de poder en 1982. Alfonso Guerra ha publicado tres libros sobre su
trayectoria personal y política, abarcando la práctica totalidad de su agitado periplo
vital. Debemos destacar desde el principio lo ameno de la lectura de estos escritos
y la cantidad ingente de datos históricos, anécdotas personales, opiniones de
todo género, digresiones artísticas o literarias, etc. que suministra con fruición a lo largo
de los tres volúmenes. Un estilo muy peculiar y atracivo que consigue una cercanía
ineludible con el autor, pareciendo que en muchos momentos estemos asistiendo a
una conversación íntima que de otro modo sería imposible y la cual nos permite
descubrir al hombre escondido detrás de la siempre engañosa imagen de personaje público.
Alfonso Guerra, presente y pasado |
La
voluntad
“En
política- ¿En qué actividad no es igual? – la fe en lo que se defiende
proporciona determinación, seguridad y éxito, porque los que te escuchan
creen en lo que les dices solo si perciben que tú crees lo que dices”. (Tomo I, pág. 256)
Las obras redactadas por Alfonso Guerra
se agrupan en una trilogía fácilmente accesible para todos:
Cuando el tiempo nos alcanza. Memorias
(1940-1982), Espasa, Madrid, 2004.
Dejando atrás los vientos. Memorias
(1982-1991), Espasa, Madrid, 2006.
Una página difícil de arrancar. Memorias
(1991-2011), Planeta, Barcelona, 2013.
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Valoramos la autobiografía como una excelente
fuente histórica, a través de ella percibimos los pensamientos más cercanos y
una reconstrucción del pasado diseñada, planeada y tamizada por el propio
protagonista. Relato vital que nos permite justipreciar los códigos de
creencias o valores, un elenco abigarrado de opiniones que de alguna manera nos
acerca a la atmósfera de ese huidizo pasado que intentamos por todos los medios revivir. No
obstante, lejos debemos quedar de una confianza ciega, ese caudal
informativo debe ser comprobado con el recurso de otras fuentes históricas de variado tipo. En este sentido, como veremos, el texto del vicepresidente resulta
una excelente muestra por sus silencios, ambigüedades, parcialidad, deseos de
justificación, frivolidad e incluso ironía o descuido, causas que tendrán como
ineluctable corolario la imperiosa necesidad de diferentes testimonios con el
que corroborar, completar o incluso refutar la versión de nuestro personaje.
El tandem Felipe-Alfonso |
Alfonso Guerra en su niñez |
Alfonso Guerra en Rodiezmo con el presidente Zapatero |
A lo largo de los años en los que Guerra estuvo en
la vicepresidencia del Gobierno una abigarrada serie de problemas de
heterogénea etiología debió ser afrontada: Ley del aborto, un virulento
terrorismo vascongado, la reconversión industrial de España, el Plan Energético
Nacional de 1984, la reorganización del sistema educativo, los conflictos entre
agrupaciones de izquierda (en especial el de UGT y PSOE), el apaciguamiento del ejército, la marcha atrás sobre la OTAN, el ingreso
en la Unión Europea, los gravosos desafíos de los nacionalismos periféricos, la
corrupción, etc.
De ese listado subrayaremos la especial
trascendencia del ingreso de España en la Unión Europea, entre los múltiples beneficios de todo tipo dimanados de este hecho, el vicepresidente expone: “España necesitaba de manera perentoria ser
recibida en el seno de la Comunidad Económica Europea, lo que supondría una
ventaja doblemente provechosa: significaría una implementación de recursos
económicos extraordinarios, y funcionaría como un resorte de disciplina que
allanaría muchas de las resistencias a los cambios que sin duda íbamos a
encontrar en algunos sectores esclerotizados”. (Tomo 2, pág. 39). El 1 de enero de
1986 España alcanzó ese anhelo tan largamente esperado, el acceso efectivo en
la Comunidad Económica Europea (CEE). Con esta anexión al eurogrupo se daba por
finalizado una de las grandes frustraciones intelectuales hispanas, silenciada la
permanente duda sobre si España debía ser considerada como otra nación más de
Europa.
Y llega el momento de señalar los indicios de la decadencia a los que se debió enfrentar el vicepresidente, inconvenientes de muy heteróclita naturaleza: disensiones internas en el partido socialista, enfriamiento de las relaciones establecidas entre Alfonso Guerra y Felipe González, el desgaste propio del Gobierno, los problemas de corrupción, etc. Recalcamos el hecho que finalmente le obligaría a dimitir, aludimos claro está, al escándalo en el que se vio inmerso a causa de su hermano Juan. Aquí podemos encontrar uno de los grandes déficits de la autobiografía, la parcialidad y reducida atención prestada por parte del autor a los desafíos más acuciantes de su mandato. Hecho que contrasta con cierta prestancia a regalar páginas para asuntos de menos enjundia, como su interés por ciertas exposiciones culturales o cierta inclinación a regalar comentarios que alcanzan, a veces, un alto grado de frivolidad.
Como conclusión, evidenciar nuestra satisfacción por la provechosa lectura de unos compendios autobiográficos de gran rendimiento y utilidad para el lector preocupado por alguna temática que se encuadre dentro del intervalo tratado. El estilo del autor es ameno, de una notable calidad estilística, con lo que el paso de las páginas será ligeramente percibido por aquel mínimamente interesado en lo tratado y es dudoso que se arrepienta del esfuerzo empleado. Alfonso Guerra se muestra próximo, ingenioso, con un destacado sentido del humor que no oscurece al hombre de Estado que sigue siendo, sus silencios -creemos- en muchos de los asuntos abordados son buen testigo de ello. En definitiva, nos hallamos con un testimonio clave para entender los fundamentales años de la consolidación democrática en España. Asentamiento que siguió su curso con la siguiente victoria del Partido Popular en las elecciones de 1996, evidenciando el normal turno político en el ejercicio del gobierno entre los dos grandes partidos de la sociedad española.
Rivalidad
“La
última legislatura socialista, la de 1993-1996, resultó muy negativa. En unos
cuantos años se acumularon escándalos como los de Banesto, el de KIO, el de
Grand Tibidabo, el escándalo de Filesa, el de Ibercorp, el de Gabriel
Urralburu en Navarra y el de Manuel Ollero en Andalucía. Incluso el director
general de la Guardia Civil y el gobernador del Banco de España se vieron
comprometidos con casos muy graves de corrupción (...) Los socialistas no
tenían una clara conciencia de qué son y qué significan los controles de
Estado”.
AZNAR, J. M., Ocho años de Gobierno, Planeta, 2004, pág. 103.
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Pensamos adecuado finalizar con una breve
declaración del aludido que quizá sea representativa de su persona: “Claro que hay que servir a los ciudadanos,
pero mi objetivo es otro: yo quiero cambiar las cosas. El mundo es muy injusto,
lo era antes de llegar mi generación, y probablemente lo seguirá siendo cuando
nos vayamos; pero es un acto de decencia, de dignidad, no aceptar la
humillante, la cruel desigualdad, que castiga a muchas personas” (Tomo 2, pág.
462).
El reflejo en el espejo
Misión
no muy diferente que la que se plantea uno de sus rivales dentro del partido
socialista:
“Porque en mi opinión la tarea política
fundamental de los socialdemócratas en el futuro es tratar de conciliar el
nuevo y seguramente irreversible individualismo que se va asentando en
nuestras sociedades conforme se amplían las clases medias con el sentimiento
de la necesidad de la cooperación y la preocupación responsable y solidaria
por lo colectivo”.
SOLCHAGA,
C., El final de la edad dorada,
Taurus, 1997, Madrid, pág. 380.
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Entrevista a Alfonso Guerra en Negro sobre Blanco (TVE)
Muchas gracias por participar una vez más en Las
huellas perdidas de Odiseo.
Un abrazo, Sergio
D. S.
“Y siempre respeté la palabra dada.
En el siglo XIX las relaciones de muchos hombres se regían por el principio del
honor, la palabra dada era sagrada. En el siglo XX el honor se esfumó,
sustituido por el pudor, el abandono de un compromiso producía al menos pudor.
En el nuevo siglo ni honor ni pudor, sólo quedó el descaro”. (Tomo
III, pág. 608)