Bienvenidos un día más
a una nueva entrada de Las huellas
perdidas de Odiseo que espero sea de vuestro agrado. De hecho, lo que me
gustaría inaugurar hoy es un pequeño ciclo de breves artículos que nos
permitan a todos estudiar una civilización preterita, quizá más desconocida que
otras, pero que nos parece merecedora de una gran atención. Nos estamos
refiriendo a los Etruscos, un pueblo que se extendió vigorosamente por Italia
central durante centurias y en cuyo periclitar somos testigos de su relevo por
la que sería la dominadora del orbe: Roma.
Y dicha ciudad es la que de alguna manera actualmente se constituye como un
polo de inmenso magnetismo para todo el turismo internacional, ocultando otras muchas
maravillas de la región que vale la pena conocer y algunas de las cuales-
gracias a mi longeva estancia en la capital de Italia- intentaré resaltar para
vosotros. Por ello, os invito a que sigáis mis pasos y os perdáis conmigo en
lugares cuyos nombres quizá no hayáis escuchado con anterioridad pero que vaticinan
un descubrimiento inolvidable: Cerveteri,
Tarquinia, Viterbo,… Os prometo que son enclaves cuya visita no lamentaréis.
El autor de estas líneas en Cerveteri |
Etruscos
Apolo de Veyes |
Los etruscos eran un
conjunto de gentes con un origen aún incierto y polémico que se asentó en una zona
espacialmente extensa denominada Etruria y que comprende territorios del Lacio,
la Toscana, Umbria… Su lengua es no indoeuropea y por fortuna nos beneficiamos
de restos arqueológicos que han permitido su recuperación e inevitable
análisis. La cultura etrusca ha influido poderosamente en aquellos que con el
tiempo fueron sus herederos, configurándose en una parte más que significativa
del material genético de la civilización romana. Su presencia se puede detectar
ya sea en aspectos religiosos, artísticos, arquitectónicos u otros menos
transcendentes como los lúdicos, etc. Sobre su origen mucho se ha discutido ya desde
época clásica, así vemos como Heródoto
sostiene la tesis de la procedencia oriental, mientras otros autores difieren
de esta opinión, como puede ser Dionisio
de Halicarnaso cuyo laudo se inclina hacia sus raíces autóctonas, mientras
que Tito Livio apuesta por unos
antecedentes septentrionales. Un debate canónico al que habría que añadir otros
dictámenes como el que sostiene un sincretismo entre las tres opiniones, siendo
veraces y complementarios los anteriores posicionamientos. Un intento de conciliación
que recordamos no necesariamente debe ser certero por el simple ánimo de aunar
valoraciones.
Cronología
y expansión
La civilización etrusca
se desarrolla desde el siglo IX a. C y la encerramos en un lapso de tiempo
finalizado con la organización administrativa que Augusto realizó durante el cierre del siglo I a. C. Las fases en las que decidimos dividir su trayectoria
pueden variar según las perspectivas o criterios utilizados. Pero nos gustaría ofrecer esta breve catalogación que, aunque dista mucho de ser original, cumple
con nuestros objetivos didácticos a la perfección:
Fin de la Edad
del Bronce (s. X a.C)
Primera Edad
del Hierro (s. IX- VIII a.C)
Edad
Orientalizante (720-580 a.C)
Edad Arcaica
(580-480 a.C)
Edad Clásica
(480- 320 a.C)
Edad
Helenística (320- 27 a.C)
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Vemos pues que nos disponemos
ante un dilatado intervalo temporal, es por ello que debemos de tener
precaución con todas esas ideas preconcebidas que podamos atesorar sobre una
civilización que además se expande por zonas geográficas notablemente diversas.
Entra dentro de lo razonable que no sea posible encorsetar a los etruscos en una
identidad estática e invariable tanto en el espacio como en el tiempo, siendo
esperado un carácter polimorfo dentro de una cierta naturaleza común.
Mapa expansión etrusca |
Marco
histórico
Quimera de Arezzo |
Loba capitolina |
La civilización etrusca
tuvo un periodo de incubación y maduración pausado, estableciéndose como una
parte sustancial del basamento de la cultura que posteriormente gobernó el
Lacio. Mencionaremos simplemente de pasada el valor de los yacimientos de la
Edad de Bronce y la época villanoviana, cuyos restos aún podemos admirar hoy en
día. No obstante, nos detendremos un poco más en subrayar la honda presencia
del influjo griego en el mundo etrusco, iniciada en lo que se ha venido a
llamar con cierta lógica y poca originalidad su fase orientalizante. Una
muestra palpable de esta relación con los célebres griegos la desvelamos en la cerámica, siendo ésta un producto de intercambio comercial entre los dos
pueblos. Además somos capaces de observar como parte del panteón etrusco se
identifica con las divinidades helenas, un ejemplo simple de ello lo
descubrimos en la analogía Tinia/Zeus.
Pese a todo, habremos de esperar al ecuador del siglo VI para ser espectadores del apogeo de la expansión etrusca que, gracias a la victoria en la batalla de Alalia y su alianza con los cartagineses, fueron capaces de establecer en toda la península. Un poderío que en un futuro fue discutido, rechazado y aniquilado por Roma. No obstante, ese momento aún no había llegado y debemos anotar cómo los últimos reyes romanos pertenecían a una dinastía etrusca (Tarquinio Prisco, Servio Tulio, Tarquinio el Soberbio), esto de alguna manera nos informa de la autoridad etrusca en los primeros pasos de la más sobresaliente urbe de la Antigüedad. Tras ese titubeante inicio, nacida ya la República romana, localizamos los enfrentamientos bélicos por el control de su entorno más inmediato: las llamadas guerras romano-etruscas. Y es que pese haber obtenido importantes debacles militares con anterioridad- la derrota naval contra Siracusa en el 479 a. C puede ser un ejemplo- fue la animosidad con esta ciudad en ambiciosa expansión la que marcó su ocaso. Resulta canónico citar el choque de la etrusca Veio con Roma, su asedio e implacable caída ante las tropas romanas. Por otro lado, más bien desde el septentrión, los etruscos también hubieron de sufrir los ataques de las hordas galas en Padania. Sin embargo, como hemos referido, fue la rivalidad con el futuro imperio la que finalmente selló su destino: 294 a. C. puede ser una fecha clave marcada con la agresión a Orvieto que galvaniza la sumisión de todo el Lacio hacia Roma.
Anexo II.
Religión
Nos
relata Tito Livio que los etruscos sobresalían por el interés mostrado en la
religión y en todo tipo de prácticas derivadas de ésta. No es de extrañar que
dicho plano sea uno de los aspectos en los que más han aportado a la cultura
romana, la importancia de la adivinación a través de las vísceras de los
animales representa una evidencia. Los etruscos eran politeístas, creían en la
predestinación, daban una trascendental relevancia a lo religioso en la vida
cotidiana y eran extremadamente supersticiosos. Y así, también, los rayos fueron mensajeros portadores de sentido, en palabras del propio Séneca:
« Hoc
inter nos et Tuscos, quibus summa est fulgurum persequendorum scientia,
interest: nos putamus, quia nubes collisae sunt, fulmina emitti; ipsi
existimant nubes collidi ut fulmina emittantur. Nam, cum omnia ad deum
referant, in ea opinione sunt tamquam non, quia facta sunt, significent, sed
quia significatura sunt, fiant.» (Seneca, Quaestiones naturales, II, 32.2)
[«Entre nosotros y los etruscos, que tienen gran habilidad en el arte de
interpretar los relámpagos, existe una diferencia: nosotros creemos que los
rayos son emitidos porque las nubes colisionan; según ellos, las nubes chocan
para que se produzcan los rayos; pues como todo lo vinculan a la divinidad,
son de la opinión que los hechos no tienen un significado cuando se producen,
sino que tienen lugar porque deben transmitir un significado»].
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Pese a todo, habremos de esperar al ecuador del siglo VI para ser espectadores del apogeo de la expansión etrusca que, gracias a la victoria en la batalla de Alalia y su alianza con los cartagineses, fueron capaces de establecer en toda la península. Un poderío que en un futuro fue discutido, rechazado y aniquilado por Roma. No obstante, ese momento aún no había llegado y debemos anotar cómo los últimos reyes romanos pertenecían a una dinastía etrusca (Tarquinio Prisco, Servio Tulio, Tarquinio el Soberbio), esto de alguna manera nos informa de la autoridad etrusca en los primeros pasos de la más sobresaliente urbe de la Antigüedad. Tras ese titubeante inicio, nacida ya la República romana, localizamos los enfrentamientos bélicos por el control de su entorno más inmediato: las llamadas guerras romano-etruscas. Y es que pese haber obtenido importantes debacles militares con anterioridad- la derrota naval contra Siracusa en el 479 a. C puede ser un ejemplo- fue la animosidad con esta ciudad en ambiciosa expansión la que marcó su ocaso. Resulta canónico citar el choque de la etrusca Veio con Roma, su asedio e implacable caída ante las tropas romanas. Por otro lado, más bien desde el septentrión, los etruscos también hubieron de sufrir los ataques de las hordas galas en Padania. Sin embargo, como hemos referido, fue la rivalidad con el futuro imperio la que finalmente selló su destino: 294 a. C. puede ser una fecha clave marcada con la agresión a Orvieto que galvaniza la sumisión de todo el Lacio hacia Roma.
Sarcófago de los esposos (Museo Nacional Etrusco de Roma) |
Anexo III.
Pinturas
Sin
lugar a dudas este es el aspecto que más me ha impactado de toda la
producción artística etrusca y os invito a seguir mis pasos, repetir el
algunas veces errático vagabundeo al que me he abandonado para contemplar por vosotros mismos los
frescos todavía visibles en ciertas cámaras funerarias diseminadas en el
Lacio y otras regiones limítrofes. A través de ellas podremos avizorar algunos de los banquetes que jalonaban los momentos de ocio, imaginar
el sonido de sus instrumentos musicales e intuir siquiera el movimiento de unas
danzas atrapadas sobre las paredes de las cámaras mortuorias. En fin, sentir
de alguna manera el modo de vida de estas gentes de un mundo casi desaparecido.
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Las ciudades-estado etruscas
Los etruscos
establecieron una alianza de ciudades-estado, se suelen citar doce:
Caisra (Cerveteri), Clevsi (Chiusi), Tarchuna (Tarquinia), Vei(s) (Veio),
Velch (Vulci), Vetluna (Vetulonia), Pupluna (Populonia), Velathri (Volterra), Velzna (Orvieto), Curtun (Cortona), Perusna (Perugia),
Aritim (Arezzo).
Entes políticamente independientes
que a veces aparecían enfrentados entre sí pero que, sin embargo, se reunían
periódicamente para la celebración de rituales, competiciones deportivas u otro
tipo de actos de eminente carácter político. Las urbes ejercían su imperio
sobre un privativo territorio circundante de difícil concreción en la
actualidad, gozando de una gran autonomía y específicos objetivos que en el
futuro desafío con Roma les iba a costar caro: la falta de solidaridad entre
ellas facilitó su propia decadencia y derrota bajo las armas romanas.
En los últimos meses he
tenido el privilegio de visitar unas cuantas de estas urbes y es un verdadero placer
para mí compartir algunas de las fotos que he tomado mientras intentaba
recomponer el mosaico de un pasado desfigurado por los años. Al menos si
mantienes la voluntad deliberada de intentar una reconstrucción que resulta
imposible, queda como mínimo en tu alcance esbozar un boceto más o menos factible de un escenario no completamente irrecuperable.
Anexo IV.
Cerámicas
Como
decía, he tenido la fortuna de poder contemplar cientos de vestigios
cerámicos de producción etrusca desperdigados en una cantidad significativa
de museos y otras instituciones. Evidentemente sus características varían
dependiendo la región e intervalo cronológico del que estamos tratando.
Destacar, sin embargo, la influencia griega durante todo el proceso de creación de estos
objetos y subrayar su significativo papel para conocer muchos de los aspectos de las
costumbres, creencias, mitología… de Etruria.
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Como conclusión
queremos rememorar la transcendencia de una civilización eclipsada por aquella
que inmediatamente le iba a suceder pero cuyo resplandor no llega a desvanecerse del todo, permaneciendo inoculada en los usos y prácticas de los conquistadores
romanos. Los etruscos fueron unos excelentes constructores, sólo debemos pasear
por la impresionante necrópolis de Cervéterí
para darnos cuenta de una habilidad que ha sobrevivido al paso de milenios.
Asimismo, la pericia que desplegaban en las artes pictóricas todavía es patente
en las cámaras mortuorias aún conservadas, esta vez invito a descender dentro de las tumbas
que sobreviven en el entorno inmediato de las murallas de Tarquinia.
Anexo V.
Alfabeto
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En las próximas entradas nos encargaremos, por tanto, de describir
con más detalle los vestigios etruscos que mi peregrinaje por Italia me ha
permitido contemplar. Espero y deseo que todo ello suscite en vosotros una
grata curiosidad.
Gracias una vez más por
ser coparticipe de Las huellas perdidas
de Odiseo.
Un fuerte abrazo.
Sergio
D.S.
P.D: Aquí os dejo un enlace
de un documental sobre el tema como posible complemento al artículo.