Bienvenidos un día más
a una entrada de Las huellas perdidas
de Odiseo que deseamos sea especial y os ayude a aproximaros a uno de
los pintores más famosos del siglo XVII: Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669).
Además, en concreto nos detendremos frente a un lienzo, dedicándonos a la
contemplación de un magnífico cuadro de este autor y trataremos de ahondar bajo
su superficie para descubrir alguno de sus significados simbólicos ocultos, secretos al
menos escondidos a una primera mirada distraída. Nos estamos refiriendo a su versión de El hijo pródigo,
una de las últimas obras de este excelente artista, cuyo visionado refleja
tanto el mensaje bíblico al que alude la representación, como posiblemente el estado anímico y
espiritual de un hombre que se reconoce ya anciano. Un balance vital antes de
un próximo encuentro con el padre misericordioso que es precisamente el
protagonista principal de la imagen y a cuya infinita misericordia según la
visión bíblica se debe entregar con humildad toda persona, como alegóricamente
queda explicitado en esta bella figuración plástica.
Hijo pródigo de Rembrandt |
Sin duda, cuando mencionamos el nombre de Rembrandt
a muchos de nosotros se nos aparece en la mente algunos de sus magníficos trabajos, las posibilidades son numerosas dada la justa trascendencia que en la
Historia del Arte ha alcanzado este autor, poseemos por tanto muchos títulos ilustres que podemos citar: La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp
(1632), La ronda de noche (1642), Los síndicos de los pañeros
(1662), La novia judía (1666), El retorno del hijo pródigo (1669)...
Lección de anatomía |
Ronda de noche |
El retorno del hijo prodigo de Rembrandt fue
confeccionado en la última etapa pictórica de este afamado holandés y se eleva
como una de las máximas representaciones de la parábola aparecida en el
evangelio de Lucas. Nos situamos con un lienzo de grandes dimensiones ya que
mide 262 cm de alto y 205 cm de ancho, hecho que nos hace pensar sobre las características del lugar donde inicialmente estaba destinado. En la actualidad está exhibido en el
Museo del Ermitage (San Petersburgo, Rusia) e incluso podemos mencionar como
anécdota la constancia escrita de cómo esa muestra ha influido notablemente en
la vida espiritual de algunas personas. Tanto es así que recomendamos el libro
a propósito del encuentro con este lienzo redactado por Henri Nouwen, entre sus páginas seremos
testigos de la senda espiritual llevada a cabo por este sacerdote con esta obra
como guía cartográfica para su camino.
“El cuadro de Rembrandt ha estado muy
cerca de mí durante todo este tiempo...Cuanto más hablaba sobre el Hijo
Pródigo, más lo consideraba como si se tratara de mi propia obra: un cuadro
que contenía no sólo lo esencial de la historia que Dios quería que yo
contara, sino también lo que yo mismo quería contar a Dios y a los hombres y
mujeres de Dios. En él está todo el evangelio. En él está toda mi vida y la
de mis amigos. Este cuadro se ha convertido en una misteriosa ventana a
través de la cual puedo poner un pie en el Reino de Dios”
NOUWEN
H.J.M: El regreso del hijo pródigo.
Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt, Colección Sauce, 1996, Madrid,
p. 20.
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Como decíamos, la parábola del hijo pródigo o
de los dos hermanos queda recogida en el Nuevo Testamento, en el evangelio de
Lucas dentro de su capítulo 15, desde los versículos 11 al 32. Esta narración
ha mantenido en la tradición cristiana una especial importancia, demostrada a
todos los niveles: artísticos, doctrinales, docentes....Una relevancia que todavía se
mantiene en la actualidad, yo mismo me he encontrado con esta historia muchas
veces a lo largo de mi educación primaria y secundaria en centros religiosos.
Un relato que nos habla de la vida de dos hijos y un padre, su comportamiento
diferente en cuanto a sus deberes y responsabilidades- los aciertos de uno, los
yerros de otro- y el padre compasivo, magnánimo, misericordioso e indulgente que acepta a
ambos: se siente orgulloso de aquel que hace lo correcto y perdona en el final
luctuoso al rebelde que siguió su rumbo de manera inconsciente. La importancia de la clemencia de
Dios es lo más destacado de esta trama, una divinidad que reiteradamente se
muestra llena de amor hacia sus criaturas a pesar de que muchas veces la actuación de éstas no sea la adecuada: “Yo os digo que en el cielo será
mayor la alegría por un pecador que haga penitencia que por noventa y nueve
justos que no necesitan penitencia” (Lucas 15:7). El protagonista es el
Padre misericordioso, un progenitor con una bondad sin límites que desea que
todos sus hijos estén con él en su morada.
Retorno del hijo pródigo de Murillo |
«Un
hombre tenía dos hijos; 12 el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la
parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes. 13 No
muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un
país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. 14 Cuando lo
había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a
pasar necesidad. 15 Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de
aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. 16 Deseaba saciarse
de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. 17
Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen
abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. 18 Me levantaré, me
pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti; 19 ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de
tus jornaleros”. 20 Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía
estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a
correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. 21 Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo
tuyo”. 22 Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica
y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; 23 traed
el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, 24 porque
este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos
encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete. 25 Su hijo mayor estaba en
el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza,
26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Este le
contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado,
porque lo ha recobrado con salud”. 28 El se indignó y no quería entrar, pero
su padre salió e intentaba persuadirlo. 29 Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a
mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; 30 en
cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas
mujeres, le matas el ternero cebado”. 31 Él le dijo: “Hijo, tú estás siempre
conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32 pero era preciso celebrar un banquete y
alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba
perdido y lo hemos encontrado”».
Parábola del Hijo Pródigo
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Hijo pródigo de Tissot |
El lienzo es una obra cargada de
simbolismo en donde el autor nos quiere enviar un mensaje personal de su percepción de esta parábola y ciertos rasgos visuales del oleo enfatizan muchos
de los mensajes del texto bíblico. Así, aunque no ocupen el centro de
composición, podemos observar en la obra la posición eminente del padre con el hijo pródigo, la luminosidad centralizada en esas dos figuras. El
juego de luces y sombras es primordial en la comprensión del trabajo. Ese rojo
luminoso del hábito paterno contrasta claramente con los harapos de color ocre del hijo e imponen
a la escena una majestuosidad indeleble. Seleccionamos el efecto
de las manos del anciano, cómo en un gesto amoroso las apoya sobre el
hijo doliente, trasmitiendo al espectador una ternura y compasión de difícil
medida. Hay otro protagonista en la escena excelentemente caracterizado, señalamos al otro vástago, aquel que permaneció y fue fiel a sus deberes. Él no se
une a la luz del reencuentro, su cara no trasluce la emoción y alegría que el progenitor exhala por el regreso del hijo pródigo, se siente despechado por un
trato que considera injusto. Además, entre otros detalles, podemos añadir la semblanza física de este
hijo con su padre ya envejecido.
“Esta imagen concreta del estado de
ánimo del hijo pródigo nos permite comprender con exactitud en qué
consiste la misericordia divina. No hay lugar a dudas de que en esa
analogía sencilla pero penetrante la figura del progenitor nos revela a Dios
como Padre(...) La parábola del hijo pródigo expresa de manera sencilla, pero
profunda la realidad de la conversión. Esta es la expresión más
concreta de la obra del amor y de la presencia de la misericordia en el mundo
humano. El significado verdadero y propio de la misericordia en el mundo no
consiste únicamente en la mirada, aunque sea la más penetrante y compasiva,
dirigida al mal moral, físico o material: la misericordia se manifiesta en su
aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y extrae el bien de
todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre. Así
entendida, constituye el contenido fundamental del mensaje mesiánico de
Cristo y la fuerza constitutiva de su misión. Así entendían también y
practicaban la misericordia sus discípulos y seguidores”.
Carta
encíclica Dives in Misericordia del Sumo Pontífice Juan Pablo II sobre la
misericordia divina, 30 de noviembre de 1980. 6. Reflexión particular sobre
la dignidad humana.
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El cuadro representa un tema
fundamental en el cristianismo como es el del perdón. El padre que amoroso
busca unas veces y perdona otras a la oveja descarriada, el ejemplo vital de
Jesús magistralmente plasmado con su afirmación de: “Quien esté libre de pecado que tire la primera
piedra" (San Juan 8:1-7). El verdadero mensaje no es el referido a un padre terrenal que perdona a su hijo tras una actuación digna de censura, sino aquel que deja constancia de un padre
divinal común siempre dispuesto a posar sus brazos de manera
amable en un abrazo cuando decidimos volver a él. El amor y la compasión que
mantiene el padre hacia su hijo arrepentido dominan toda la representación
artística, siendo su misericordia paladinamente reflejada en una mirada
de un hombre casi ciego que, sin embargo, trasluce una inmensa alegría por la
recuperación del hijo que creía perdido.
Y con esto terminados por hoy,
muchas gracias por ser un día más partícipes en Las huellas perdidas de
Odiseo.
Recibid un afectuoso abrazo.
Sergio D.S.