Bienvenidos un día más a una nueva entrega de Las huellas perdidas de Odiseo que
espero sea de vuestro agrado. Hoy trabajaremos sobre dos fisionomías pasadas y
presentes: una de carne y hueso, otra de piedra y argamasa. Nos referimos a una
figura histórica aún viva pero ya muerta y a otra muerta pero todavía viva, don Miguel de Unamuno por un lado, Salamanca por el otro. Dos realidades
que confluyeron e interactuaron durante unas décadas, modificándose ambas como
resultado de un mutuo abrazo. Hablaremos desde una perspectiva personal de esa relación dialéctica y sus
frutos, uniendo Historia, Literatura, Arte y Geografía bajo el marco general de
la Cultura. Una visión global que creemos
siempre necesaria, intentando eludir en la medida de lo posible esa
especialización de conocimientos a la que inevitablemente casi todos nos vemos
abocados y que debe de ser una perenne enemiga a batir.
Empezamos por el vivo, ya que a Miguel de Unamuno (1864-1936) le gustaba situarse en primer plano y en esta cumbre se enseñoreó casi toda su vida, enfrentado con todo y con todos, hasta que su eterna compañera- la muerte- le convocó a su regazo. Este ilustre bilbaíno al que insertan en la llamada Generación del 98 fue con permiso de Ortega, el filósofo español más importante del siglo XX. Nos topamos con un precursor de lo que posteriormente llamarán existencialismo, corriente filosófica tan importante en nuestro ya fenecido siglo XX. Unamuno se elevó como un intelectual que se atrevía con las más variopintas disciplinas humanísticas (filosofía, narrativa, poesía...) y para rabia de sus enemigos, destacaba en ellas. Entre sus muchas obras podemos citar unas cuantas, así me vienen a la memoria: Niebla; En torno al casticismo; Abel Sánchez; Paz en la Guerra; La tía Tula; San Manuel bueno y mártir…. Sin embargo, debemos advertir al lector que su producción bibliográfica destaca por su abundancia y sólo hemos esbozado una leve silueta de ella.
Salamanca, bella y antigua
ciudad de Castilla que posee una institución venerable de ineludible mención.
Nos referimos, claro está, a su universidad. La Universidad de Salamanca es la más veterana de España puesto
que sus orígenes debemos desenterrarlos en la voluntad regia de un monarca
medieval, en concreto a la de Alfonso IX, rey
leonés que en 1218 decide su fundación. Tratamos con una de las instituciones
universitarias más antiguas de Europa, compartiendo esta condición con otras
tan prestigiosas como Oxford, Bolonia
y París. Con el paso de los años alcanzó un gran prestigio y en sus aulas han
brujuleado intelectuales ilustres que ornan el solio de las letras hispanas: Fernando de Rojas, Bartolomé
de las Casas, Francisco de Vitoria, Fray Luis de León, san Juan de la Cruz, Calderón de la Barca…
Los clásicos de la literatura española
guardan una presencia muy visible en esta urbe. Desde un Lazarillo de Tormes
que nos guía hacia el umbral del casco histórico, hasta el descanso que podemos
tomar en el jardín de Calisto y Melibea. El castellano palpita vitalmente entre
unas arterias urbanas que vieron pasear a Antonio Nebrija (1441-1522), celebre creador de la
primera gramática castellana (1492) y profesor de la universidad salmantina.
Una lengua que se convertió en compañera del Imperio y se hubo de trasladar a
través de la Mar Océana al Nuevo Mundo ¿Acaso no es sugestivo el conglomerado
de eventos históricos que se dan cita en 1492? La culminación de la
Reconquista, con la caída del Reino de Granada; el descubrimiento de América
por el almirante Colón bajo el auspicio de Isabel y Fernando; la expulsión
judía del reino tras
dictamen monárquico; finalmente, la plasmación escrita de la gramática
española. El preludio de un Imperio que alcanzó su apogeo en el siglo XVI, una
centuria en la que algunos dicen que Dios mismo se hizo español.
El lazarillo de Tormes |
Inscripción de El Quijote |
Jardín de Calisto y Melibea |
"Pero,
¿por qué me detengo
ínclita
ciudad famosa
favorecida
del cielo
Real
Universidad,
madre
de tantos ingenios
que
has dado tantos Catones
a
los Reales consejos
del
soberano Filipo,
y
a tantas grandezas dueños?
¡Famosa
Universidad,
Salve,
luz del Evangelio,
celebrada
en todo el mundo
con
razón!"
La
limpieza no manchada, Lope de Vega
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Busto de Unamuno (Salamanca) |
Busto de Unamuno (Bilbao) |
La dilatada estancia de Unamuno en Salamanca tuvo
como apoteosis su destitución como rector de la universidad dentro del contexto de la Guerra Civil, después del tumultuoso desencuentro con el creador de la Legión, Millán Astray (1879-1952).
En este convulso periodo rico en fusilamientos por motivos ideológicos y pobre
en todo lo demás, Unamuno tampoco eligió una postura silente y se alza con
entereza ante la espada victoriosa. No es la primera vez que colisiona contra el estamento militar, no en vano durante la dictadura de Primo de Rivera consiguió ganar un exilió en Fuerteventura. Sin embargo, el régimen autoritario de este general nada tuvo que ver con el instaurado por Franco, aquel cirujano de hierro venido de El Ferrol y que lograría mantenerse décadas en el poder hasta el "inevitable hecho biológico".
“Este es el
templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Vosotros estáis
profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el
proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, porque tenéis sobrada
fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir.
Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha.
Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”.
Fragmento de
su actuación durante el incidente en la Universidad de Salamanca en 1936
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El filósofo de Bilbao no tardaría mucho en fallecer
tras esta última polémica, una muerte por causas naturales que, como decíamos, le
sorprende en plena guerra fraticida. Ahora habita en los manuales de Filosofía, Historia y entre las lineas de sus propios escritos. Mientras, Salamanca posee una vitalidad desbordante, por sus viejas calles fluyen regueros de jóvenes estudiantes de todo el mundo. Una actividad secular que no tiene visos de desaparecer y cuyos beneficios para las Artes, las Letras y las Ciencias se dejan sentir desde su entorno más inmediato para después irradiarse al exterior.
“Y que el alma
de mi Bilbao, flor del alma de mi España, recoja mi alma en su regazo”
Miguel de
Unamuno, Salamanca abril de 1923.
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Muchas gracias por haber estado un día más en esta humilde morada digital. Hasta la próxima entrega de Las huellas perdidas de Odiseo.
Un abrazo.
Sergio
D. S.